Tanto en la literatura especializada como en nuestro día a día, a menudo nos encontramos con personas que tienden a aumentar el consumo de alimentos a partir de la tarde, comiendo menos en la primera mitad del día y aumentando la ingesta y el tipo de alimentos a partir de la segunda mitad del día. Coincide también este tipo de comportamiento con personas que trabajan en horarios de oficina. Es decir, les suele pasar a personas que tienen un ritmo laboral más alto en la primera franja del día y que se alarga hasta media tarde. Esta distribución desigual de alimentos a lo largo del día puede repercutir tanto en la cantidad como en el tipo de alimentos que escogemos y, en consecuencia, se puede ver resentida nuestra salud y nuestro peso.
Pero, ¿por qué nos suele pasar esto? Pueden haber muchas explicaciones a esta tendencia, pero resumiremos algunas de las más frecuentes:
– La falta de tiempo y el gran volumen de trabajo: A veces vemos el día como una carrera de obstáculos, lleno de tareas que debemos cumplir. Esta visión de la jornada favorece que a veces no tengamos en cuenta las comidas y no nos planifiquemos como deberíamos, priorizando el trabajo por delante de nuestra alimentación. Esto puede hacer que comamos menos de lo que deberíamos o, incluso, que nos saltemos alguna comida.
– Aprovechamos para hacer “régimen”: Al estar tan atareados, nos es mucho más fácil comer poca cantidad o privarnos de ciertos alimentos, ya que nuestra mente está ocupada en otros temas y no tiene tiempo para perder. A veces esto hace que comamos menos de lo que necesitamos pensando que de esta forma adelgazaremos.
– Luchamos contra la sensación de hambre: Si priorizamos el trabajo por delante de nuestra alimentación y, además, tenemos el deseo de perder peso, nos podemos encontrar haciendo esfuerzos para no escuchar el apetito y seguir trabajando. De esta manera estamos otorgando al hambre una connotación negativa y además no estamos siguiendo las señales fisiológicas que nos indican que necesitamos comer.
– Asociamos la relajación con la comida: A veces nos pasa que es cuando llegamos a casa que nos damos permiso para relajarnos y, también, para comer. Y estas dos acciones van siempre de la mano. Si además acompañamos esta relajación con mirar la televisión o el teléfono móvil, puede que sin darnos cuenta comamos más de la cuenta o no encontremos el momento de parar.
– Nos cuesta manejar ciertas emociones: Tener tiempo libre puede ser un problema para algunas personas. Cuando paramos la actividad “obligatoria” queda en nuestras manos lo que haremos durante ese tiempo y puede ser también un momento en el que nos asalten algunas preocupaciones. Si estos pensamientos nos incomodan mucho y no los sabemos afrontar, es probable que sin darnos cuenta utilicemos la comida para calmarnos y desconectar.
Estas y otras causas pueden estar haciendo que haya esta descompensación en nuestras ingestas y que, sin darnos cuenta, estemos adoptando unos hábitos que a la larga no nos serán útiles ni nos resultarán saludables. Así pues, ¿qué podemos poner en marcha para revertir esta tendencia? A continuación os damos algunos consejos para poder empezar a distribuir mejor las comidas y a sentirnos más satisfechos a lo largo de toda la jornada:
– No sacrificar ninguna comida: Saltarnos una comida lo único que hará es que lleguemos a la siguiente con mucha más hambre, cansados y de mal humor.
– No luchar contra la sensación de hambre: El hambre no debe ser nuestro enemigo, ni lo tenemos que controlar u obviar. Al revés, la mejor manera de distribuir las comidas es hacer caso a lo que nos dice nuestro cuerpo, comiendo cuando tenemos hambre y parando de comer cuando nos sentimos satisfechos.
– Planificación de comidas: Si nos organizamos las comidas con un poco de tiempo, tendremos preparado lo que queremos comer y nos será mucho más fácil encontrar un momento para parar y comer. En cambio, si siempre tenemos que improvisar, a menudo acabaremos picando cualquier cosa o incluso no comeremos por pereza o falta de tiempo.
– Disfrutar del tiempo libre: Una vez terminada la jornada, nos tenemos que acostumbrar a aprovechar los momentos de tiempo libre para llevar a cabo actividades gratificantes o, simplemente, para no hacer nada. A veces cuesta pasar de un ritmo alto a parar de golpe, así que puede ser una buena opción dar un paseo cuando salimos del trabajo para hacer esta transición más agradable. Una vez en casa, buscar maneras alternativas de pasar el tiempo que no tengan que ver siempre con los alimentos nos puede ayudar a disfrutar más del día.
– Afrontar las emociones: Si detectamos que hay ciertas preocupaciones que nos rondan por la cabeza pero nos cuesta afrontarlas, lo mejor que podemos hacer es ir abordándolas poco a poco y nos daremos cuenta de que desde el momento en que empezamos a atenderlas nos sentiremos mejor y nos estaremos responsabilizando de cuestiones realmente importantes para nuestro bienestar.
Así pues, a pesar de que llevemos un ritmo de vida frenético y nos parezca que no tenemos tiempo ni para comer, tenemos que hacer un esfuerzo y dar a las comidas la importancia que tienen. Alimentarnos adecuadamente nos da energía, bienestar y nos permite también hacer una pausa para poder seguir con nuestro día de la mejor manera posible.