Ana Mato era la ministra que no vio necesario dejar el cargo cuando aplicó el mayor recorte presupuestario jamás realizado en la sanidad española. Nada más asumir las riendas del ministerio, redujo las partidas sanitarias en más de 7.000 millones de euros para que el déficit del Estado se acercara a los parámetros que dictaba Bruselas con sus políticas de austeridad y “adelgazamiento” del Estado de Bienestar. Tampoco quiso dimitir cuando retiró la cartilla sanitaria a los inmigrantes irregulares que residen en nuestro país, ni cuando impulsó el copago farmacéutico que, por primera vez en la historia, obligaba a los pensionistas a asumir parte del precio de las medicinas. Ni siquiera se planteó la dimisión el día que presentó la propuesta de aplicar un repago por ciertos servicios y prestaciones sanitarias, como el traslado en ambulancias en casos no urgentes, la adquisición de prótesis, muletas, sillas de ruedas y otras prestaciones complementarias que no se adquieren por capricho, sino por indicación médica.
Ana Mato no contempló tampoco la dimisión cuando asumió “colegiadamente” la retrógrada modificación de la Ley del Aborto que estaba elaborando su compañero de Justicia, el exministro Alberto Ruiz-Gallardón, quien sí presentó su dimisión el día que no pudo aprobar un proyecto que era masivamente rechazado en la calle, pero considerado insuficiente por la Iglesia. La sensibilidad de la ministra para estas cuestiones sociales de su ministerio quedó claramente de manifiesto cuando, al poco de tomar posesión, pretendió restar importancia a un caso de violencia machista al calificarlo de asunto doméstico, sin valorar que se trata de un problema de una gravedad extraordinaria que cada año se cobra la vida de decenas de mujeres en España. Entonces no vio razones para dimitir.
Ni siquiera los condenados a muerte por Hepatitis C, a quienes les dilata en el tiempo la posibilidad de incorporar en la financiación pública el medicamento (Sovaldi) que podría curarlos, le despiertan las ganas de dimitir por su incapacidad para resolver ningún problema, ni le quitan el sueño.
Todo esto es lo que pretende hacernos creer Ana Mato con el comunicado que emitió ayer tarde su ministerio: que la ya exministra, al final, dimite por despistada en todo lo relacionado con el caso Gürtel, y no por su incompetencia y mediocridad al frente del ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Sinceramente, no sé cuál es peor motivo para dejar un cargo.