Una de las cosas que nunca debemos de perder con la edad es la capacidad de aprender. Y otra debe de ser la capacidad de sorprendernos.
Y esta última, gracias a Dios, cada día que pasa la tenemos más agudizada porque hay cosas en este país que no nos dejan de sorprender.
Primero, un ministro que ‘en dos tardes’ iba a enseñar ‘Economía’ a un presidente del Gobierno, demostrando lo bueno que era uno y lo ágil en el aprendizaje que era otro. Ese ministro acabó siendo colaborador externo de una gran consultora a nivel internacional. De esas que recibe constantemente dinero público por hacer estudios sin sentido.
Después un ministro que no veía la crisis por ningún lado, ‘solo era la aceleración de la desaceleración’. Pero eso sí, al cabo de unos años reconoce que si había visto la crisis en su momento pero la había negado. Como premio, tres pensiones que cobra, compatibles todas ellas con un puesto de asesor de inversiones en una gran entidad financiera y en un organismo internacional de gran prestigio.
Pero como uno no pierde la capacidad de sorprenderse, ahora nos vemos como un ministro va a ser encauzado como presidente del Eurogrupo, cuando no hace mucho presidía en España la delegación del banco norteamericano que quebró en 2008, y que fue el detonante del estallido de la actual crisis económica, y que posteriormente era el presidente de la consultora externa en la cual acabo el ministro del primer punto que comentamos más arriba.
El tener una determinada formación, como le puede pasar a algunos al ir a un Business School que merece muchos respetos por mi parte, ya que aunque somos una vergüenza de país en cuanto a las universidades públicas tenemos un gran renombre en el área de los postgrados y escuelas de negocios, no implica el que posteriormente los profesionales hayan aplicado sus conocimientos y habilidades adquiridas en estas escuelas de negocios en sus actividades diarias.
Si considero que en estas escuelas de negocios la formación que se recibe es excelente, solo me queda considerar que la posterior mediocridad y vergüenza en lo que hacen profesionalmente se debe a las personas que han pasado por estas escuelas y llegados a altos cargos son francamente mediocres o sinvergüenzas y por mucho que se hayan formado, esto no les quita de ser un atajo de ineptos.
El problema surge cuando esto queda a vista de todos y, aun encima, nos quieren vender a estos profesionales como una ‘maravilla’ y que son merecedores de ascensos y de máximos reconocimientos y elogios por su deficiente y vergonzante trabajo. Es el momento justo que nos preguntamos ‘en manos de quien estamos’, ¿de negligentes o de sinvergüenzas? Lo primero es malo pero lo segundo es casi peor, ya que sabiendo que lo que hacen no es lo adecuado, lo siguen haciendo por mandato de ineptos y en contra de lo que en teoría ellos saben que no debería de ser así.
No sé qué es más peligroso, un personaje ignorante desempeñando funciones de altos cargos y grandes responsabilidades o un personaje que hace las cosas de formar incorrecta a sabiendas de que es así pero es servil con la mano que lo ‘ha colocado’.
En este país tenemos casos de los dos tipos, negligentes que se creen ‘alguien’ y profesionales buenos que se dejan llevar por mediocres que mandan en ellos esperando que un futuro se les recompense de alguna manera, como el que se quiere hacer ahora con determinado ministro español.
El problema vuelve a ser que hemos sido un país donde lo que pagaba era el servilismo y el ‘peloteo’ frente al talento y la creatividad. Así hemos acabado y así vamos. Siempre queda la esperanza que alguno de nuevas generaciones dé un puñetazo en la mesa y diga aquello de ‘qué hasta aquí hemos llegado’.