A que te suena extraño que el placer adelgaza. Porque estamos acostumbradas al concepto de que para adelgazar hay que sufrir: hay que sacrificarse, hay que privarse de todo lo rico porque engorda, hay matarse en el gimnasio, transpirar, y te tiene que doler si no no sirve… ¿te suena familiar?
Yo me pasé los primeros 40 años de mi vida pensando que había que hacer todo eso para adelgazar, y a mí me costaba mucho sufrir y sacrificarme, cada mañana me prometía que lo iba a hacer y después siempre algo pasaba, me tentaba con algo rico, o se me hacía tarde para ir al gimnasio, entonces el día estaba perdido, y me prometía que iba a empezar al día siguiente, y ya que estaba tiraba todo por la borda y a mirar tele con una caja de galletitas.
Asi fue que por pensar que para adelgazar había que privarse y sufrir yo engordaba más y más, hasta que llegué a pesar 94 kilos. Todo cambió cuando se me ocurrió que considerando que yo no conseguía ponerme a dieta ni matarme en el gimnasio, me iba a tomar un tiempito de vacaciones para abandonar el intento. Acepté que mi vida era así, que probablemente me quedaría obesa hasta el fin de mis días, porque me faltaban disciplina y fuerza de voluntad para adelgazar. Hice las paces con mi cuerpo, y me propuse simplemente ser feliz con lo que tenía.
Esto, chicas, fue lo que me cambió la vida. El decidirme a ser feliz, a comprometerme a buscar la felicidad en las pequeñas cosas de cada día. Lo de agregarle placer a mi vida lo hice para ser feliz, y no para adelgazar, y cuando empecé a adelgazar me pareció un milagro, y al principio me preguntaba si sería casualidad, pero cuanto más seguí adelgazando, y aprendiendo, investigando y leyendo sobre la felicidad y el placer entendí que no es casualidad: el placer ayuda a adelgazar.
El secreto que descubrí es simple: encuentra la forma de agregarle placer y alegría a tu vida, y vas a ver como pierdes los kilos.
La noche que desconectas con un libro mientras tomas un baño calentito, es la noche que no necesitas manotear las galletitas para relajarte. La noche que sales a bailar con tu marido, o con tus amigas, entonces no estás postrada frente a la tele comiendo helado.
Es muy simple: cuanto mejor estás, más satisfecha, más feliz, más disfrutona, menos comida necesitas para llenarte.
Tener un día planeado con pequeños placeres te hace vivir con una anticipación que se disfruta: te hace ir a dormir contenta porque al día siguiente te esperan un montón de cosas buenas, y te hace saltar de la cama por la mañana con ganas de vivir el nuevo día, porque tienes en la agenda por lo menos un par de mimos para pasarla bien. Y por eso darte placeres te da energía y ganas de hacer cosas, estar de buen humor te pone las pilas.
Las mujeres tenemos una especie de luz, que cuando nos enojamos y nos ponemos furiosas sacamos chispas. Y cuando estamos depre y frustradas nos opacamos. Cuando estamos contentas, colmadas, satisfechas y llenas, nos sentimos luminosas y nos da ganas de hacer más, de salir a caminar más, de organizar el armario, de cocinar algo rico… cuanto mejor estás, más ganas tienes de hacer cosas que te van a poner todavía mejor, y que adelgazan.
Cuanto más caminas y haces ejercicio por placer, por ejemplo yoga o baile o lo que te guste, tu cuerpo se hace más fuerte y te pide comida sana, natural y nutritiva, en vez de buscar un subidón de energía en el azúcar o la cafeína.
Cuando comes algo rico por puro placer, y no porque estás triste o cansada o frustrada, lo que comes no engorda: porque comer con estrés dispara una serie de reacciones en nuestro cuerpo que vienen de la época prehistórica, cuando el estrés significaba peligro y había que pelear o huir, entonces lo que comemos con estrés engorda porque el cuerpo necesita guardar energía para afrontar la situación que te causa el estrés. Pero cuando comes con calma, con placer verdadero, el cerebro y el cuerpo se ponen en modo “tiempo de abundancia”, cuando no hay problemas, no hay que pelear, no hay que huir, y no es necesario almacenar reservas de comida, por lo cual comer con placer no engorda.
Además, cuando comemos por puro placer, realmente disfrutando a pleno de cada bocado, cuando especialmente fuiste a comprar esos bombones al mejor chocolatier de la ciudad para darte el gusto y te sirves 3 en un platito y cada mordisco es un mmmmmmhhhhh…. de placer, esos 3 bomboncitos te llenan. No es lo mismo que comer desde la frustración y la depre atragantándote con una caja de chocolates baratos del supermercado.
Es muy simple, y sin embargo a muchas mujeres les resulta difícil cultivar su propio placer porque les parece “egoísta”. Pero no lo es, porque si estamos deprimidas o frustradas, no damos lo mejor de nosotras. Si no nos cuidamos y alimentamos bien, física y emocionalmente, nos quedamos sin energía para dar a los demás. Somos como un coche con su tanque de combustible: si andamos y andamos el combustible se consume, y si no recargamos, un día nos quedamos paradas porque ya no nos queda nada. Y ahi tenemos que andar llamando al auxilio para que nos remolque… ¡que no te pase!
Mantén el tanque lleno dandote los gustitos, y vas a ver como tu humor mejora, tus ganas de vivir y de hacer cosas mejoran, y asi la relación con los demás mejora. Es que no sólo el placer adelgaza, el placer impacta toda tu vida, y es fundamental: tus necesidades, tu alegría, tu satisfacción, son tan importantes como las de los demás.
Tu felicidad, tu salud y tu vida dependen de que te cuides y te mimes.