Con curiosidad, ésto se debe a las diversas formas de relacionarse con el dinero. No hay dos personas iguales. Mientras unos disfrutan acumulando el dinero en sí, velando por rentabilizar al máximo sus ahorros y su objetivo final es ver aumentar el saldo de su libreta, otros andan despreocupados, no les importa si su dinero rinde un uno por ciento más o un uno por ciento menos, y aunque tengan mucho, no quieren oír hablar de inversiones ni de planes de pensiones.
Otros nunca disponen de fondos, pues, si consiguen dinero, les dura muy poco y con frecuencia no recuerdan ni siquiera en qué se lo han gastado. Son los que el saldo de su tarjeta de crédito siempre está al límite y cuando reciben el extracto se asustan y reclaman que les han cargado compras que no son suyas (luego resulta que sí, pero no se acordaban).
También están los muy activos, los atentos a las promociones y que no vacilan en cambiar la nómina o la pensión al banco vecino, porque les ofrecen un televisor de plasma. No hay que preocuparse, cuando tu banco ofrezca las ollas para cocinar sin aceite, su nómina regresará.
En realidad nuestros argumentos sobre la forma en que empleamos nuestro dinero es sólo la punta del iceberg que emerge a la superficie, quedando deseos y creencias que son el verdadero motivo de nuestra actuación.
Podemos argumentar que necesitamos cambiar el carro, o repararlo, comprar un nuevo vestido o el último iPad y dar unas explicaciones muy prácticas y coherentes sobre la conveniencia de esta adquisición. Sin embargo bajo la superficie se entabla un diálogo invisible, inaudible que con variados matices hilvana un tapiz de significaciones acerca de lo que dice de nosotros tener o no tener este objeto.
Y empezamos a culparnos, o lo peor a buscar culpables por los gastos realizados, seguimos quejándonos de la situación económica, viendo a nuestros vecinos y familiares alcanzar sus propósitos, de hecho algunos llegan a sentirse unos perdedores fracasados, y nace la pregunta, ¿por qué el sí y yo no? Cuestionandonos qué es lo que él hace.
Ya tienes la respuesta; mientras él le da una jerarquía y prioridad a su dinero, y mucha importancia a nivel de inversión para acumular más riquezas, nosotros estamos quizás más centrados en nuestro día a día sin visualizar a futuro, porque, todo lo que necesitas saber es saber a dónde quieres llegar, y las soluciones correctas aparecerán espontáneamente. Puesto que todo lo que la mente puede concebir y cree, puede alcanzarse.
Al plantearnos una meta estamos ya en el camino del éxito porque ya sabemos a dónde vamos, por eso es tan importante ahorrar dinero, y saber con exactitud qué hacer con él apenas y recibirlo a fin de multiplicarlo. Puedes hacerlo. Confía en tu yo interno, identifica a la persona que lo ha logrado y guíate a ejecutar esas mismas actividades o actuaciones para obtener un resultado en concreto de eso que tanto quieres. Insiste y persiste porque todo depende de ti.