Aquella mañana habíamos salido a buscar el Tió. Lo encontramos en el bosque agazapado detrás de un árbol al lado del camino. Mi nieto, al verlo, loco de alegría y asombro, no paraba de gritar:
- ¡Allí, allí está!
Luego nos confesaría que apenas había pegado ojo en toda la noche esperando aquel momento tan mágico y misterioso.
Al mediodía, y mientras comíamos, aparentemente sin venir a cuento, mi nieto nos lanzó una sencilla pregunta:
- ¿Por qué es tan importante Jesús?
Él tenía claro la importancia del Tió. Es sencillo, sólo es cuestión de esperar quince días. A partir de hoy, todas las noches su hermana y él le dejarán comida; el Tió se la comerá y a la mañana siguiente sólo encontrarán las pieles de la fruta que el Tió no ha querido comer. Al final, aquel trozo de tronco con barretina que encontramos en el bosque tendrá la barriga tan llena que el día de Navidad reventará y no parará de cagar regalos y chuches…
Los Reyes Magos, también. Una noche llegarán de Oriente y llenarán de juguetes todas las casas de todos los niños del mundo…
Pero ¿y Jesús?, ¿qué importancia tiene Jesús?
Un día de estos lo sacaremos del armario y lo pondremos en un pesebre acurrucado entre pajas. A un lado estará su madre, María, y al otro su padre, José. Y habrá pastores y gallinas y ovejas y un burro y el buey…, y tampoco faltará el caganer… Y cantaremos villancicos al rey que ha nacido… Y, pasadas las fiestas, recogeremos el corcho y el musgo y, otra vez, guardaremos en cajas el belén…
El Tió…, los Reyes Magos.., ¡hasta el Papá Noel!…, ¡esos sí que son importantes!… Hacen cosas… ¡Esperamos que hagan cosas!.. En realidad cada año nos sorprenden con nuevos regalos…
Pero ¿y Jesús…? Todas las navidades se las pasa ahí, en el belén, quieto, sin hacer nada… ¡Nunca hace nada!
¿Por qué será importante Jesús?
A mi nieto, al final, le contestamos con palabras de adultos: Jesús es el Hijo de Dios…