¿Por qué está bien que la diputada Carolina Bescansa acuda al Congreso con su bebé?

Publicado el 13 enero 2016 por Alba Chaparro @Alba_Chaparro

Hoy se formaban las Cortes y la diputada de Podemos Carolina Bescansa ha acudido al Congreso, no por primera vez, con su bebé de pocos meses. Como no podía ser de otra manera en este, nuestro país, es la noticia del día. Mucho más noticioso que el hecho de que Patxi López, el Lehendakari que vio el fin de ETA, haya sido nombrado presidente del Congreso. Y mucho más noticioso, por supuesto, que el hecho de que Celia Villalobos, la que fue pillada jugando con la tablet durante una sesión parlamentaria el año pasado, sea vicepresidenta de la Cámara.

Ciertamente y aunque parezca que esté fuera de lugar, que Carolina Bescansa lleve a su hijo lactante a una sesión de la cámara baja no es sólo un acto encomiable y valiente, sino necesario. Es encomiable porque traslada la naturalidad de ser madre a las instituciones, es decir, las humaniza. Es valiente porque planta cara frontalmente al pudoroso y rancio tradicionalismo español que le está saltando a la yugular. Y es necesario no por tozudez, ni por ganas de llamar la atención, ni porque "estos de Podemos ya no saben qué hacer para provocar", sino por pura VISIBILIDAD.

Visibilidad ante la precaria situación que viven muchas madres que, por el hecho de serlo, o han de renunciar a sus carreras profesionales o han de renunciar a determinados periodos para/con sus hijos. Indudable es que existe infinidad de ciudadanos, profesionales políticos incluidos (ojo, que no es lo mismo que políticos profesionales), a la que se le llena la boca hablando de igualdad de género pero en la praxis no cree ni una micra en dicha igualdad. Porque igualdad significa que la mujer no tenga que elegir entre lo personal y lo profesional: que tu hijo se quede sin comer porque no coge el biberón y decides acudir a tu trabajo (anteponiendo lo profesional a lo personal) o que no asistas a la primera sesión del Congreso porque te quedes amamantando a tu hijo (prevaleciendo lo personal sobre lo profesional). Qué irónico resulta que parezca peor ir a trabajar con tu bebé que no ir a trabajar. Teniendo en cuenta el alto absentismo laboral que padece nuestro Parlamento, en España es peor ser madre que ser vago.

Leo en las redes indignación de muchas mujeres porque parece que por ser diputado ya estás por encima del bien y del mal, ¡atreviéndote a llevar a tu hijo al trabajo para poder darle el pecho! Pues miren, no. Los diputados parecen estar por encima del bien y del mal por otras cuestiones: por las desorbitadas dietas que perciben -además de su profuso salario-, o por su inviolabilidad e inmunidad jurídicas, o por su aforamiento penal, o por su derecho a suculentas pensiones, o por poder compatibilizar todo lo anteriormente citado con otros puestos públicos y, por supuesto, sus respectivos sueldos. El problema de fondo no es que Carolina Bescansa lleve a su hijo lactante a su puesto de trabajo, sino que las demás mujeres no puedan hacerlo. La injusticia no la comete ella, sino que es cometida para con el resto.

Que poder ejercer con naturalidad tu profesión compatibilizándolo con ser madre tenga que ser exigido como derecho es, cuanto menos, una locura. Y no es una locura reivindicarlo, sino que es una locura que algo así no se dé por hecho. El mundo laboral está tan masculinizado y orientado hacia los usos y costumbres de los varones, que algo tan inherente a la mujer como ser madre se considera una rareza. En serio, es para meditarlo.

Por otro lado, cabe recordar que Carolina Bescansa, esta provocadora de Podemos, no es la primera mujer diputada que acude a la cámara con su bebé: anteriormente lo han hecho las euoparlamentarias Hanne Dahl y Lizia Ronzulli y, aunque a Carme Chacón le haya parecido "un mal ejemplo, que no era necesario", su colega de partido Iolanda Pineda, senadora del PSC (aunque en aquella ocasión la ex ministra no lo criticó) también lo hizo en 2012.

Cabe recordar, además de que parezca ilícito llevar al hijo lactante al puesto de trabajo, que hay muchas mujeres que son despedidas al quedarse embarazadas. Y que muchas empresas no contratan a mujeres porque son madres. Y que, por estos motivos, dentro de las parejas heterosexuales se suele potenciar más la carrera profesional del varón. Y que existen los casos en que uno de los dos progenitores tiene que renunciar a su empleo porque percibe un salario irrisorio que viene a ser lo mismo que el desmesurado precio de una guardería (sí, desmesurado también en el caso de las guarderías públicas). Y un largo etcétera que acompaña a la situación de desigualdad a la que está condenada la maternidad en general y la mujer en particular.

Eso sí, felicitémonos el Día Internacional de la Mujer ( que ya ni siquiera es Día de la Mujer Trabajadora), considerémonos perseverantes en la lucha por la igualdad desterrando cualquier naturalización de la maternidad, y sigamos diciendo que una cosa es ser feminista y otra muy distinta es ser provocador. Como dijo Simone de Beauvoir: "El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos".