Acudo estupefacto a conversaciones de café o cerveza en las que de manera habitual, se arremete contra aquellos ciudadanos que por un motivo u otro no pueden hacer frente a alguna de las letras que hasta hace bien poco pagaban religiosamente.
Quizás, el entorno que hasta hace poco tiempo frecuentaba no ayudaba a ver la vida desde el posicionamiento que ahora tengo -mucho mejor aunque también, mucho más desolador-, pero como dice el refrán "no hay mal que cien años dure".
Esas conversaciones y afirmaciones que a veces se tornan ataques indiscriminados, me hacen ver el desconocimiento o egoísmo que por parte de la sociedad, se viene imponiendo hacia los que cada día sufren dificultades para hacer frente en primer lugar a las necesidades básicas, y ya en un segundo plano, a otro tipo de obligaciones contraídas.
Esas afirmaciones que en el anterior párrafo comento, son de sobra conocidas. Al tan impositivo "que pague que para eso pidió el préstamo", se unen otras del tipo "que se joda, ahora que se coma el coche", "cuando pidió el préstamo estuvo muy rápido" o "era un vividor y ahora no tiene, pues ajo y agua". Solo puedo decir que me produce una tremenda repulsión el escuchar este tipo de comentarios rancios y déspotas provengan de quien provenga. Y es que es de sobra conocido que en España tenemos varios deportes nacionales -y ahora más que tanto nuestra selección de fútbol como la de baloncesto han hecho el ridículo en sus mundiales-, entre los que se encuentra el "tiro al político", "lanzamiento de bulos" o "los 100 estilos de desprestigio".
Yo me pregunto casi a diario, si esas personas que atacan tan alegremente las desgracias de otros, se paran a pensar un minuto, la multitud de variables que pueden desencadenar impagos de deuda, y lo que es más importante, si ellos, están libres de esa situación en el futuro. Por poner algunos ejemplos, podemos encontrarnos con padres separados que deben hacer frente a manutenciones e hipotecas, personas con un núcleo familiar estable laboralmente y que de buenas a primera se ven en el paro, personas que de un día a otro ven rebajado su sueldo para que las grandes empresas sigan ganando lo mismo en detrimento del trabajador, en fin, cientos de causas que pueden generar problemas financieros.
Es cierto que en el pasado, la concesión de préstamos estaba autorizada casi con el único requisito de que el cliente en cuestión supiese diferenciar un perro de una silla, y que las entidades financieras escribiese en la cartilla bancaria la cantidad de ceros ficticios que el cliente solicitase pero, en este caso sin duda alguna, no estamos ante un único responsable como se quiere hacer ver a la sociedad, para que nos entendamos, es como eso que se suele decir cuando somos pequeños, "¿le has dejado tus cromos y no te los ha devuelto? Ahora te fastidias, no habérselo dejado que sabes que no te los iba a devolver", es decir, las entidades financieras han soltado ese dinero que ahora falta porque no existía a espuertas.
No solo la situación de estas personas que deben pagar hipotecas, luz -bendito regalo del cielo-, agua, comunidad, impuestos de circulación, IBI, seguro de coche, seguro de piso, hacienda, gasolina...son las causantes de la pelota de impagos, sino que son las mismas entidades las que bajo el amparo del desconocimiento y el miedo, hacen que esos ciudadanos paguen comisiones que se suman a las deudas, seguros que no contratan, intereses desorbitados, y un sinfín de prácticas bancarias que lejos de ayudar hunden más aún.
La realidad es que hay millones de personas en un situación de estrés económico y social, que asustarían a cualquiera de sus críticos, y que hay muchas personas que acaban pagando sus excesos pero, ¿por qué generalizar?.