Antes de sumergirnos en las dos hipótesis que nos tratan de poner luz sobre la misteriosa nomenclatura de esta calle es mejor que nos ubiquemos un poquito. La Calle del Amparo es una de las vías más largas del Barrio de Embajadores, más conocido por su nombre oficioso de Lavapiés. Con origen en la Calle de la Esgrima tiene una fina y sencilla existencia que apura hasta sus últimos portales, los cuales desembocan en la Ronda de Valencia, junto a la famosa Casa Encendida.
Se trata de una típica calle del corazón de Madrid que destaca por su pronunciada pendiente y por ser considerablemente larga. Su vida espigada y casi asfixiante sólo encuentra un breve respiro en la existencia de una plaza que comunica con la Calle de Mesón de Paredes. Un espacio abierto que le rescata de una monotonía envuelta en manzanas de casas bajas y fachadas de animados colores.
Una vez realizada las pertinentes presentaciones toca ahondar en su historia, una primera pista la encontramos en el soberbio plano de Teixeira, de 1656, donde nuestra protagonista ya hace acto de presencia bajo el nombre de “Calle de la Comadre de Granada”. Recordemos que esta zona del callejero de Madrid es muy dada a las conjeturas y leyendas y sobre esta actual Calle del Amparo surgen dos variables que tienen un denominador común, la existencia de una reconocida comadrona andaluza.
La primera de las hipótesis nos habla de que en una vivienda situada en esta calle dio a luz una de las mujeres más respetables de la Villa y Corte en tiempos de Felipe IV, Doña Giomar de Mendoza. Esta señora estuvo asistida durante el parto por una mujer oriunda de Granada que tenía una gran mano y conocimiento a la hora de ayudar en los alumbramientos. En recuerdo a aquella asistencia, o amparo, aquí ofrecido el nombre de la calle pudo terminar mutando su denominación por el de Calle del Amparo.
La otra variable también nos señala la existencia de una partera granadina de la que se nos ofrece un dato más, su nombre, que no era otro que el de Amparo. Ésta comadrona, muy solicitada por sus vecinos durante la época, antes de comenzar a asistir en el parto ponía en práctica un curioso ritual. Colocaba en una redoma o recipiente un poco de agua caliente e introducía en él un capullo de una rosa. Si éste se abría era una buena señal ya que indicaba que el alumbramiento iba a transcurrir sin problemas. No obstante, cuando éste permanecía cerrado se interpretaba como un mal presagio y de la aparición inminente de alguna desgracia.
Ahora, como siempre, es decisión de cada uno quedarse con la que más guste…¡Cuántos secretos esconden las calles de Madrid!
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Calle del Espíritu Santo, un disfrute a cada paso