Revista Economía

Por qué la crisis golpea a la Unión Europea más que a los Estados Unidos

Publicado el 30 junio 2011 por Jaque Al Neoliberalismo
Eric Toussaint
Si bien la crisis nació en los Estados Unidos en 2007, el impacto sobre la Unión Europea (UE) ha sido mucho más violento que sobre las instituciones políticas y monetarias estadounidenses. De hecho, la crisis que sacude la zona euro no es una sorpresa, es un avatar de los dos principios que rigen esta zona: mercado único de capitales y moneda única. Más en general, es la consecuencia de las lógicas que dominan la integración europea: la primacía dada a los intereses de las grandes empresas industriales y financieras privadas, la amplia promoción de los intereses privados, la puesta en competencia en el interior del espacio europeo de economías y de productores que tienen fuerzas completamente desiguales, la voluntad de retirar de los servicios públicos un número creciente de sectores de actividad, la puesta en competencia de los asalariados entre ellos, la negativa a unificar hacia arriba los sistemas de seguridad social y las reglas del mercado de trabajo. Todo esto persigue un objetivo preciso, el de favorecer la acumulación máxima de beneficios privados, en particular poniendo a disposición del Capital una mano de obra lo más maleable y precaria posible. En Alemania, en septiembre de 2010, entre los asalariados, 7,3 millones de personas no disponían más que de un mini empleo a tiempo parcial remunerado a 400 (cuatrocientos) euros por mes /1.
Frente a esta explicación, se podría responder que estas lógicas dominan también en gran medida la economía de los Estados Unidos. Es preciso por tanto tener en cuenta igualmente otros factores: mientras las necesidades de crédito de los gobiernos de los demás países desarrollados, entre ellos el de los Estados Unidos, pueden ser satisfechas por su banco central, en particular por medio de la creación monetaria, los países miembros de la zona euro han renunciado a esta posibilidad. Como consecuencia de sus estatutos, el Banco Central Europeo tiene la prohibición de financiar directamente a los estados. Además, en virtud del tratado de Lisboa la solidaridad financiera entre los estados miembros está formalmente prohibida. Según su artículo 125, los estados deben asumir ellos solos sus compromisos financieros, no pudiendo ni la Unión ni los demás estados tomarlos a su cargo: “La Unión no responde de los compromisos de las administraciones centrales, de las autoridades regionales o locales, de las demás autoridades públicas o de otros organismos o empresas públicas de un estado miembro, ni las toma a su cargo, sin perjuicio de las garantías financieras mutuas para la realización en común de un proyecto específico. Un estado miembro no responde de los compromisos de las administraciones centrales, de las autoridades regionales o locales, de las demás autoridades públicas o de otros organismos o empresas públicas de otro estado miembro, ni las toma a su cargo, sin perjuicio de las garantías financieras mutuas para la realización en común de un proyecto específico”. El artículo 101 del tratado de Maastricht, retomado íntegramente por el Tratado de Lisboa en su artículo 123, añade: “Está prohibido al BCE y a los bancos centrales de los estados miembros (…) conceder descubiertos o cualquier otro tipo de crédito a las instituciones u órganos de la Comunidad, a las administraciones centrales, a las autoridades regionales, a las demás autoridades públicas”.
La UE se sitúa pues, voluntariamente, al servicio de los mercados financieros puesto que los gobiernos de los países de la zona euro dependen totalmente del sector privado para su financiación. Los inversores institucionales (bancos, fondos de pensiones, seguros) y de los hedge funds han atacado en 2010 a Grecia, eslabón más débil de la cadena europea de endeudamiento, antes de atacar a Irlanda, Portugal y España. Actuando así, han realizado jugosos beneficios pues han obtenido de esos países una remuneración importante en términos de tasa de interés pagada por los poderes públicos para poder refinanciar sus deudas. Entre estos inversores institucionales (los zinzins), son los bancos privados los que han conseguido más beneficios pues podían directamente financiarse ante el Banco Central Europeo pidiéndole prestados capitales al 1% de tasa de interés (1,25% desde fines de abril de 2011), mientras al mismo tiempo prestaban por una duración de tres meses a Grecia a tasas de alrededor del 4% o 5%. A diez años, no aceptan comprar títulos griegos, irlandeses o portugueses más que si el interés supera el 10%. Lanzando sus ataques contra los eslabones más débiles, los zinzins estaban igualmente convencidos de que el Banco Central Europeo y la Comisión Europea debería de una forma u otra acudir en ayuda de los estados víctimas de la especulación prestándoles los capitales que les permitieran proseguir las devoluciones. No se han equivocado. La Comisión europea ha claudicado y ha concedido, en colaboración con el FMI, préstamos a los estados miembros de la eurozona. No ha pues respetado al pie de la letra el artículo 125 del Tratado de Lisboa.
Existen otras diferencias mayores entre la UE y los Estados Unidos. Los estados miembros de los Estados Unidos no están confrontados entre ellos al problema del déficit comercial como Grecia lo está hacia el resto de la UE y en particular Alemania. Además, una gran parte de la deuda pública en los Estados Unidos es federal (es la deuda de la Unión /2) y es comprada por la FED (el banco central de los Estados Unidos). Washington no encuentra (aún) ningún problema de financiación de su deuda pública pues, gracias a su pretendida seguridad, los bonos del Tesoro de los Estados Unidos son muy estimados en los mercados internacionales aun cuando no ofrecen sino una remuneración muy débil. En fin, en los Estados Unidos, una serie de gastos públicos importantes están a cargo del presupuesto federal o están garantizados por éste mientras que el presupuesto de la UE es algo que va de mal en peor.
La crisis que comenzó en los Estados Unidos se ha extendido de forma muy marcada a la zona euro. En el curso de los treinta últimos años, los eslabones débiles del endeudamiento internacional se situaban en América latina, en Asia o en los países llamados “en transición” del exbloque soviético, pero la situación ha cambiado. El epicentro de la crisis se sitúa hoy en la Unión Europea. Las autoridades europeas y nacionales reaccionan aplicando medidas neoliberales que han demostrado su carácter injusto desde el punto de vista social y su ineficacia desde el punto de vista del relanzamiento económico. El FMI acompaña alegremente esta orientación. Más que nunca, es preciso revisar radicalmente los fundamentos de la construcción europea y las decisiones económicas que se han tomado en ella.
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Notas:
1/ Fréderic Lemaître en Le Monde, 17/05/2011.
2/ La deuda de los estados miembros constituye una parte minoritaria de la deuda pública total, incluso si algunos estados de la Unión, como California, tienen una deuda particularmente grande.
Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización

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