Por qué la gente no es tonta

Publicado el 31 agosto 2014 por Percival Manglano @pmanglano

“La gente no es tonta” es una expresión que contiene mucha más sabiduría de lo que pueda parecer a primera vista. Además, resume una de las señas de identidad del pensamiento liberal. El magnífico libro The wisdom of crowds de James Surowiecki explica por qué.

El libro empieza contando una historia del estadístico Francis Galton vivida en una feria ganadera de la ciudad inglesa de Plymouth en 1906. Galton se estaba dando un paseo por la feria cuando llegó a un puesto en el que se había organizado una competición para adivinar el peso de un buey. Quien quisiese participar debía comprar un boleto, escribir su estimación del peso del animal en un papel y esperar el resultado. Quien más se acercase al peso real ganaría un premio.

Se presentaron ochocientas personas al concurso. Algunos eran expertos, carniceros o ganaderos. La mayoría no tenía la formación necesaria para hacer una estimación informada. Galton decidió usar el concurso como base de un experimento estadístico. Tras terminar el concurso, pidió los papelitos en los que se habían escrito las estimaciones para calcular la estimación media, es decir, “la sabiduría colectiva” del grupo. Su hipótesis fue que la media estaría muy alejada del resultado correcto dado el enorme numero de personas inexpertas que había participado en el concurso. El buey había pesado 543 kilos. Para su enorme sorpresa, la media de las apuestas dio un peso estimado de 543,4 kilos. El grupo se aproximó más al peso real del buey que ningún individuo.

El libro elabora la contra intuitiva idea de que un grupo es capaz de tomar mejores decisiones que los mayores expertos en la materia. Toda opinión se basa en una combinación de conocimiento y prejuicio. La agregación de muchas opiniones, cuando está bien hecha, tiene tendencia a filtrar los prejuicios y a centrarse en los conocimientos ciertos. Los requisitos necesarios para que este proceso se haga correctamente es que el grupo sea diverso (con gente con opiniones opuestas entre sí), que sean independientes (pudiendo dar su opinión sin presiones del grupo) y que el proceso de agregación de la información sea correcto (lo que impide una estructura de toma de decisión muy jerarquizada). Si además hay un coste y esperanza de beneficio, mucho mejor dado que la opinión estimada será más ponderada.

Surrowiecki desarrolla este modelo en todo tipo de interesantes experimentos y diversas situaciones. Los mercados de apuestas son particularmente interesantes. Surowiecki demuestra que las casas de apuestas son sistemáticamente más efectivas en predecir ciertos resultados (no sólo deportivos) que ningún experto individual. Lo hacen porque la información agregada del mercado es siempre muchísimo más rica e incluye todo tipo de matices locales que ningún experto puede conocer por sí mismo. No es casualidad que el Reino Unido sea, al mismo tiempo, el país originario de la tradición liberal moderna y el de la mayor cultura de apuestas. Todo experto, por listo que sea, será siempre más tonto que el grupo en su conjunto. Cuando los liberales pedimos que funcione el mercado, lo que estamos pidiendo es que el grupo pueda ejercer su sabiduría.

La consecuencia política de este modelo es un aldabonazo para la democracia liberal: las grandes decisiones deben ser tomadas por el grupo en su conjunto a través de una votación porque su sabiduría es mucho mayor que la de cualquier déspota ilustrado o planificador central socialista. Entre estas grandes decisiones está, evidentemente, la de quién debe gobernar.

Esta conclusión respalda la idea de elegir a los candidatos electorales por votación (sea de los afiliados del partido o de los afiliados y simpatizantes). El grupo va a ser siempre mejor juez de quién es el mejor candidato que un grupo reducido de expertos. Personalmente, soy contrario a que se impongan las primarias por ley a todos los partidos como lo está pidiendo el PSOE (cada cual debe ser libre de equivocarse). Pero no tengo la menor duda de que los partidos que elijan a sus candidatos por primarias en vez de a dedo tendrán, de media, mejores candidatos y, por ello mismo, estarán en mejor disposición de ganar elecciones.