Se trata, junto a la Iglesia de San Nicolás de los Servitas, de uno de los templos más antiguos de Madrid puesto que ambas aparecen ya mencionadas en el Fuero de Madrid 1202. Tantos siglos a sus espaldas dan para un buen filón de secretos como la leyenda que atañe a sus campanas y que misteriosamente se colocaron solas en lo alto de la torre o el del enigmático caballero que apareció emparedado tras uno de sus muros y que todavía allí descansa. Como podéis ver esta iglesia es un filón de historias que os iré desgranando.
San Pedro el Viejo es un punto de interés más dentro de un entorno extraordinario, seguramente mi favorito de la ciudad. Un contexto que rebosa historia y encanto y que siempre que alguien visita Madrid recomiendo fervientemente. En esta ocasión nos vamos a detener en el nombre de esta austera iglesia ya que mucha gente conoce su denominación pero pocos el verdadero motivo de la misma.
Resulta que originalmente el nombre de esta iglesia era “San Pedro el Real”, y así lo fue durante siglos, hasta el año 1891 cuando dejó de ser parroquia en favor de la actual Iglesia de la Paloma, cuyo nombre oficial resulta que es precisamente ese “San Pedro el Real”.
Fue entonces cuando los madrileños buscaron una nueva denominación para la iglesia original ya que la existencia de dos templos con el mismo nombre podía dar lugar a equivocaciones. Pronto optaron por rebautizar al vetusto templo con el nombre de “San Pedro el Viejo” para honrar así su dilatada veteranía. Dicho y hecho. Desde entonces, todo el mundo que quería referirse al templo ubicado en la Calle del Nuncio lo hacía refiriéndose a él como San Pedro el Viejo.
No obstante, tal y como ha demostrado el paso del tiempo, resultó un cambio que casi se podían haber ahorrado ya que más de un siglo después, todo el mundo se refiere a la Iglesia de la Paloma con su nombre oficioso y no con el oficial. En resumen, el nombre de San Pedro el Real pasó de estar duplicado a caer en el olvido…