Artículo de Raquel Piñeiro, El País, 19 de diciembre de 2018En una sociedad como la mexicana que una mujer de origen mixteco sea la protagonista de la revista de moda más influyente es un paso decisivo. Los insultos que está recibiendo lo demuestran Es una de las actrices del momento. Yalitza Aparicio ha deslumbrado con su debut cinematográfico en la aclamada cinta del mexicano Alfonso Cuarón, Roma, premiada el pasado verano con el León de Oro en el Festival de Venecia y disponible en streaming desde este pasado fin de semana en Netflix. Aparicio interpreta a la sirvienta de una familia de clase media alta en la convulsa Ciudad de México de los años setenta del siglo pasado. Su trabajo ha recibido elogios unánimes, la revista Time la ha nombrado “la mejor interpretación del año” y acaba de protagonizar la portada del número de enero de la edición mexicana de la revista Vogue. Hasta ahí, todo dentro de la lógica de la industria del espectáculo. Lo revolucionario viene con el detalle de que Aparicio es una mexicana de origen mixteco, y sus rasgos indígenas han levantado tanto orgullo como odio.“Fea”. “Prieta”. “Naca”. Este tipo de adjetivos racistas y clasistas aparecen con frecuencia en las redes sociales cuando se habla de la figura de Aparicio (Oaxaca, 1993). En una sociedad con una identidad tan compleja y rica como la mexicana, los rasgos caucásicos de una minoría de la población todavía siguen siendo los que dominan en los medios, la publicidad y –por supuesto– las estructuras de poder. Los “güeros” (de piel clara) son una minoría en las estadísticas, pero su peso social es grande. Desde dentro de México se denuncia una y otra vez esta situación y se pide que las instituciones reflejen la pluralidad social del país. Estudios del Instituto Nacional de Estadística en México o campañas de organizaciones no gubernamentales denuncian que cuanto más oscuro y más asociado a rasgos indígenas es el mexicano, menos oportunidades se le brindan y menos probabilidades tiene de prosperar económica y socialmente, amén de ser percibido como feo o poco deseable en algo tan primario como la concepción de la belleza.Algunos lamentan también que el trabajo de Aparicio haya sido valorado positivamente porque su papel de empleada doméstica entra dentro del patrón mental de lo que para mucha gente puede realizar una indígena mixteca. La cosa cambia, arguyen, cuando esa misma mujer aparece en la edición estadounidense de Vanity Fair vestida de Dior o en la portada Vogue México luciendo un vestido de Gucci.No es la portada de una revista de cine: es Vogue, la revista de estilo de vida y moda más influyente del mundo. El mensaje que está transmitiendo esa portada es que la belleza indígena es tan válida y tan digna de figurar en la biblia de la moda como cualquier otra, racializada o no. Que no hay solo una forma de ser hermoso y que lo que de forma tradicional hemos identificado con lo bello –unos rasgos muy concretos, generalmente de origen europeo– puede ser desmontado.En un mundo que se llena la boca con consignas por “la belleza real”, el “empoderamiento femenino” y la libertad de la mujer para ser bella, mostrar su cuerpo o desnudarse –sobre todo si es hermosa en un modo canónico–, algo tan sencillo como poner a una joven mixteca de Oaxaca en la portada de una revista resulta un grito de rebeldía inspirador.También cuando Beverly Johnson se convirtió en la primera mujer afroamericana en aparecer en una portada de Vogue en 1974 llovieron los insultos tanto a ella como a la publicación. El número se convirtió en un icono inmediato y hoy es objeto de coleccionismo. Después de ella, muchas otras modelos negras han presidido la revista.En los vídeos asociados a la entrevista de Vogue, la misma Aparicio hace referencia a su piel y a su origen: “Se están rompiendo estereotipos de que solo personas con un cierto perfil pueden aspirar a estar en una película o en una portada de revista. Que estén conociendo estas otras caras de México me hace sentir feliz y orgullosa de mis raíces”. Su carrera como actriz solo acaba de empezar, pero ya podemos decir que Yalitza ha hecho historia.