Si bien el tsunami ocasionó daños de severa consideración en la costa este de Japón, lo cierto es que el desastre podía haber sido aún mayor. Conviene recordar que a pesar de tratarse de un seísmo de magnitud 9,0, con una duración cercana a los 6 minutos, casi todos los edificios e infraestructuras del país resistieron en pie, y también aguantaron las contínuas réplicas que se sucedieron después. En Tokio, la capital, el seísmo registró una intensidad de hasta 5+ sobre 7 en la escala JMA. Como resultado, cero edificios se derrumbaron. Algunos pensarán que se trata de un milagro. En realidad, Japón es el país del mundo más preparado contra los terremotos, un logro que no se ha alcanzado durante los últimos años o durante las últimas décadas, sino que parte de siglos atrás.
Durante el primer año del master de Risk Engineering que estoy estudiando en Japón he tenido la oportunidad de cursar algunas asignaturas relacionadas con Riesgos Urbanos (都市リスク分野). Una de estas asignaturas, Urban Structural Systems (都市構造システム論), estaba orientada a comprender los riesgos urbanos debido a fenómenos naturales y accidentes graves, con el fin de mejorar la seguridad pública. Gracias a esta asignatura, he aprendido bastante sobre desastres naturales, particularmente terremotos y tsunamis, e ingeniería sísmica en Japón. Pienso que ha sido una de las asignaturas más interesantes del master, ya que me ha servido para comprender cómo afronta Japón los terremotos a lo largo de su historia y las lecciones aprendidas en los últimos grandes terremotos, el de Kantō de 1923, el de Kōbe de 1995 y el de Tōhoku de 2011.
Un caso de estudio interesante de ingeniería sísmica que hemos estudiado en clase son las pagodas. Hoy me gustaría compartir su historia con vosotros. Las pagodas son edificios construidos con fines religiosos, como parte del budismo. Normalmente están situadas cerca o dentro de templos budistas. Constan de varios niveles, y durante siglos fueron las estructuras más altas en las antiguas capitales, Nara y Kioto. Son también los edificios más antiguos que se conservan en Japón. Sin ir más lejos, la Pagoda de Cinco Pisos del templo budista Hōryū-ji, en Ikagura, está reconocida como uno de los edificios de madera más antiguos del mundo, datada en 594. Si alguno se pregunta por qué los edificios más antiguos son budistas y no sintoístas, la religión nativa de Japón, debería saber que siguiendo la tradición Shintō de que la naturaleza muere y renace en un período de veinte años, los edificios presentes en los santuarios sintoístas normalmente son desmantelados y construidos de nuevo cada cierto tiempo, con el objetivo de purificar el lugar y mantenerlo en buen estado permanentemente.
¿Cómo llegaron las pagodas a Japón?
Conozcamos primero cómo llegaron las pagodas hasta Japón, hace más de 1300 años nada más y nada menos que desde la India.
Resulta que las pagodas provienen de las estupas, construidas por primera vez en la India durante el reinado de Aśoka en el siglo III a.C. para albergar las reliquias de Buda. Se cree que la etimológica del vocablo pagoda proviene del término sánscrito dhatu garba (contenedor de reliquias sagradas), que evolucionó al cingalés dagoba, y que se refiere a estupa.
La mayoría de estupas del mundo se encuentran repartidas por los países asiáticos surorientales de tradición budista: India, Sri Lanka, Nepal, Bután y la región de Tíbet, aunque también podemos encontrar estupas en otros países, un ejemplo es la Dagoba Blanca del parque Beihai en Pekín, China.
De la India, la tradición de construir estupas pasó a Bangladesh y a Tailandia, donde las estructuras se conocían como chedi. Un ejemplo lo encontramos en el Wat Phra Kaew o Templo del Buda de Esmeralda de Bangkok. Se trata del Phra Si Ratana Chedi, una réplica de 1855 de las Tres Estupas del templo Wat Phra Si Sanphet, levantadas en la antigua capital Ayutthaya en 1448.
Gracias al esfuerzo de los peregrinos budistas que buscaban expandir la religión por el continente, la tradición de construir estupas para venerar reliquias y textos sagrados llegó hasta China. Allí se cree que la arquitectura típica de las estupas se fundió con el estilo de los antiguos pabellones chinos —de formas hexagonales y octogonales— dando lugar al diseño final de pagoda que más tarde predominaría en China.
Algunos ejemplos de pagodas octogonales son las Pagodas del Sol y de la Luna en el lago Shan Hu de Guilin; la Pagoda Leifeng ubicada sobre la Colina del Atardecer al sur del Lago del Oeste en Hangzhou, construida originalmente en 977; y la Pagoda del Buda Fragante del Palacio de Verano de Pekín, construida en el año 1750.
En cuanto a los países de Indochina, se piensa que las estupas se extendieron desde Tailandia a Camboya y Laos; mientras que las pagodas se extendieron desde China a Vietnam. Varios ejemplos de este último son la Pagoda de Trấn Quốc en el Lago del Oeste de Hanói, que data de los años 544-548; la Pagoda del Pilar Único en Hanói, construida en 1049; y la Pagoda de Thiên Mụ a orillas del río Perfume en Hué, construida en 1601.
Desde China llegaron también al resto de países del Este de Asia, primero a la península de Corea. Una representación es la Pagoda que alberga el Museo Nacional de Folklore de Corea junto al Palacio Gyeongbok en Seúl.
Por último, desde Corea las pagodas llegaron a Japón de la mano del budismo en el año 552, adoptando en sus primeras formas el estilo coreano Baekje y el chino Tang. Con el tiempo, el diseño de la pagoda sufrió una profunda transformación.
¿Por qué las pagodas de Japón no se caen con los terremotos?
Aunque por fuera las pagodas japonesas no tienen mucho de diferente que las pagodas de otros países de Asia —ciertamente a ojos de un occidental no entrenado sería díficil distinguir la procedencia de una pagoda simplemente por su aspecto—, resulta que estas guardan un secreto en su composición. Un secreto que permitiría definir este misterioso tipo de estructuras como una de las primeras obras maestras de ingeniería civil de la humanidad.
En primer lugar, los materiales de construcción fueron adaptados. Mientras que en el continente la tradición era construir las pagodas con piedra, en Japón se construyeron enteramente de madera desde el principio. La madera era un elemento predominante en la arquitectura japonesa porque de acuerdo con la filosofía sintoísta proporcionaba armonía con la naturaleza. No obstante, se cree que otro de los motivos por los que se utilizaba madera para la construcción era precisamente porque los edificios de madera eran más resistentes a los terromotos que los de piedra. Un material flexible absorve mejor las cargas sísmicas. Cuando la madera se somete a una fuerza esta puede doblarse y deformarse sin llegar a romperse, y cuando la fuerza cesa regresa a su forma original.
Otra característica que complementa la flexibilidad es que las piezas de madera que conforman la estructura se unen entre sí sin utilizar ningún clavo, únicamente mediante la inserción de extremos finos y tallados en ranuras. Así, cuando la tierra se mueve, las articulaciones de madera tienen cierta holgura para torcerse y rozarse entre sí. Esto elimina en parte la rigidez.
Por si fuera poco, no sólo el material, sino también el tamaño y la forma de las pagodas se vieron modificados. Mientras que en China las pagodas eran estructuras de forma octogonal, con grandes dimensiones y cierta funcionalidad, con escaleras en su interior que permitían ascender hasta la última planta para observar desde cierta altura; en Japón las pagodas pasaron a tener forma cuadrada y el tamaño de la planta se vio reducida, de manera que el edificio pasó a convertirse en una torre sin más funcionalidad que la artística.
La segunda característica importante es la estructura en capas de la pagoda. Resulta que las plantas individuales de la pagoda no están realmente unidas unas con otras, sino simplemente apiladas una encima de otra. En Japón llegaron a predominar las pagodas de tres pisos (三重塔, Sanjūnotō) y las pagodas de cinco pisos (五重塔, Gojūnotō). Vemos que en ambos casos, el kanji 重 significa literalmente en japonés "columna de cajas", por lo que el término significa "un número (3 o 5) de cajas apiladas una encima de otra". Un detalle que apenas se aprecia es que cada piso es más pequeño que el de abajo sucesivamente, al igual que un pino, y los aleros son anchos y pesados, actuando como ramas estabilizadoras en caso de que el edificio comience a balancearse.
La última característica principal, y la más sorprendente de todas, se trata de un invento japonés llamado shinbashira (心柱・真柱).
Al principio de su construcción las pagodas de cinco pisos no contenían pilares que atravesaran su centro y soportaran las cargas estructurales desde el fondo hasta la parte superior. Como hemos dicho, los pisos estaban apilados uno encima de otro y se unían mediante frágiles soportes de madera que permitían a cada planta moverse de manera independientemente.
La leyenda cuenta que hace mucho tiempo un experto carpintero tuvo ocasión de observar una pagoda de cinco pisos durante un gran terremoto. Dicen que lo que vió el carpinterio escapó por completo a su lógica. Mientras el piso inferior se balanceaba hacia la izquierda, el que estaba justo encima se balanceaba a la derecha, el siguiente a la izquierda, y así alternativamente, hasta que la tierra dejó de temblar. Lo describió como el movimiento de danza de una serpiente. Mientras duraba la onda sísmica los pisos oscilaban en fases opuestas, eso permitía al edificio moverse de una forma mucho más fluída que haría un edificio rígido y aguantar el terremoto.
Para evitar que los pisos se movieran demasiado hasta desencajarse y derrumbar la estructura, los constructores dieron con una ingeniosa solución, el shinbashira. Se trataba de un enorme pilar central talado a partir de un tronco grande de hinoki (ciprés japonés). El pilar en realidad no servía para soportar el peso del edificio —los pisos seguían apilados uno encima de otro—, sino que se sujetaba desde la parte inferior del techo y colgaba hacia abajo a través del espacio central. Algunas veces terminaba enterrado en la tierra, otras se apoyaba levemente contra el suelo, y en ocasiones ni siquiera tocaba el suelo, simplemente colgaba libremente. Durante un terremoto, el movimiento de balanceo de un piso en cualquier dirección venía restringido por el pilar. Cada vez que un piso se balanceaba hacia un lado, chocaba contra el enorme tronco central, y transfería a este parte de su energía, que era dispersada. Este era el principio básico del shinbashira.
Un ejemplo de Pagoda de Cinco Pisos con shinbashira lo encontramos en el santuario de Tōshō-gū, situado en Nikko. La pagoda fue construida en 1650 y sólo fue reconstruida en 1818 tras un incendio. La descripción del templo dice que la pagoda no tiene cimientos, sino que contiene un largo tronco suspendido que se balancea como un péndulo, manteniendo el equilibrio en caso de un terremoto.
Resulta impresionante que este tipo de estructuras tan notables hayan existido en Japón durante más de mil años y hayan aguantado hasta nuestros días sin llegar a derrumbarse por causa de los terremotos. La arquitectura de la Pagoda de Cinco Pisos es única, con un diseño particular de un país azotado por terremotos y con ayuda de técnicas desarrolladas de forma nativa. Y es que los antiguos maestros carpinteros japoneses anticiparon hace muchísimo tiempo conceptos de la ingeniería estructural moderna como la mecánica de un sólido rígido, el momento de inercia o el radio de giro.
Una herencia que ha llegado hasta nuestros días
Sorprendentemente, el concepto de shinbashira evolucionó con el tiempo hasta convertirse en lo que hoy en día conocemos como Amortiguador de Masa (en inglés, Tuned Mass Damper). Se trata de un sistema de absorción de vibraciones mediante el balanceo de un contrapeso colgante, normalmente bloques de acero. Estos se montan en la parte superior de los rascacielos y en caso de terremoto se mueven en contraposición a las oscilaciones de la frecuencia de resonancia, amortiguando las vibraciones del edificio.
Un ejemplo de esta tecnología está en el rascacielos Taipei 101, de 509 metros de altura, cuyo diseño está inspirado curiosamente en una pagoda.
También la recién inaugurada Tokyo Sky Tree con 634 metros, en Tokio, dispone de shinbashira. Exactamente, a través del hueco central que discurre entre las escaleras y los ascensores, y que se encuentra separado del entramado exterior mediante amortiguadores de aceite. En palabras de la compañía propietaria, Tobu Tower Sky Tree Co., este sistema logra reducir las vibraciones ocasionadas por un terremoto en un 50 por ciento, haciendo que pueda llegar a soportar seísmos de magnitud 8.0. Como ya se demostró el año pasado, la torre no sufrió daño alguno durante el terromoto de Tōhoku.
Las pagodas representan mejor que ningún otro símbolo de Japón el espíritu de resistencia frente a los terremotos. En siglos de historia no existe registro alguno de que estas misterioras torres sagradas hayan sucumbido a la fuerza desatada por la madre tierra. Su diseño inteligente y su aspecto elegante son un motivo de orgullo e inspiración para los arquitectos japoneses. Gracias a una tecnología que desarrollaron los antiguos maestros carpinteros, las ciudades japonesas son más seguras en la actualidad. Pensad en ello cada vez que os encontréis con una pagoda yendo de paseo por Asakusa, por Kioto o por Nara.
Por último, me vais a permitir añadir que hacía muchísimo que no disfrutaba tanto escribiendo un post para el blog. Buscar todas las fotografías que acompañan este artículo me ha hecho recordar la cantidad de viajes que me han llevado por Asia desde el año 2007. De algo tenía que servir ver tantas y tantas pagodas, amigos. Aunque la idea para escribir el post surgió después de aprender sobre las pagodas en una asignatura de Riesgos Urbanos del master, he tomado referencias de las revistas The Economist (18/12/1997) y Nipponia (15/06/2005).