Señor, llévame pronto. Llévame pronto porque estoy cansado de ver cantidad de personajes en distintas series que son, en esencia, el mismo: el típico hombre machito, hipermasculino, que tiene una actitud de mierda con todos y todas (especialmente con todas) y para el que, sin embargo, las series escriben arcos de redención constantemente.
Ya lo dijo Mariano Rajoy, sabio entre los sabios: somos sentimientos y tenemos seres humanos. Y, efectivamente, todo se basa en que esos fuckboys de puta mierda al final tienen sentimientos. Son personas despreciables pero, ey, que lo son porque sufren, ¿sabes? Y hay algo tan emocionante en ver cómo esos machotes son tan malos porque, en el fondo, están pasándolo tan mal.
Lo que realmente me molesta de todo esto es que al final la cuestión se reduce a algo muy simple: son una fantasía sexual. Una fantasía sexual super cutre y lamentable, pero tan anclada en el pensamiento colectivo como el Titanic en el fondo del océano. Parece que nos excite la idea de follarnos a un macarra, un machote, un big macho man que nos eche un buen polvo. Pero, al mismo tiempo, y como no habría Dios que conviva más de cinco minutos con una persona así de insufrible, lo que realmente nos pone es la idea de cambiarlo; que bajo toda esa fachada se esconda alguien bueno y con seres humanos. Digo, con sentimientos.
Y como este es un caramelo tan jugoso, son incontables las series que se lanzan a presentarnos personajes de este estilo, con los que el espectador se acaba emocionando rápida, intensa y, en muchos casos, morbosamente. Lo problemático de estas narrativas es que parecen justificarles todo: al final parece que dé igual todas las cabronadas que hacen, porque son redimidos; si están siendo personas despreciables, como decía, es porque tienen algún trauma familiar o alguna historia triste de fondo que les exime de toda culpa.
Como explicaba en este artículo, Bojack Horseman (maravillosa, sublime, única, nunca la misma, luz de mis ojos) es una de las pocas series que yo he visto que termina con esta narrativa tóxica, pues confronta a Bojack con todas sus acciones de mierda contra las mujeres y le hace pagar por ello. No obstante, en su gran mayoría estos machitos son justificados y disculpados de tener que lidiar con las consecuencias de sus actos.
Son muchos ejemplos, pero uno reciente que me viene a la cabeza es Berlín de La casa de papel (que incluí en mi lista de mejores series españolas, pero no por ello exenta de problemas). Es un personaje repugnante, que comete un acto imperdonable contra una mujer en las primeras temporadas -no digo más por evitar destripes innecesarios-, pero a quien, incomprensiblemente, la propia narrativa parece disculpar y endiosar constantemente. Sí, ha hecho todo eso pero, pobrecito, que lo está pasando muy mal. Vamos a pasar los últimos episodios mostrando flashbacks de su boda, dándole grandes frases y momentos. Es casi como si te obligasen a querer a alguien que sabes que no es buena persona y que ni ganas tiene de disculparse por ello.
Otro fuckboy clásico sería, por ejemplo, el macarra de la tercera temporada de Stranger Things. El hermano de la niña pelirroja. ¿Que cómo se llama? Qué más da. El caso es que él es el perfecto arquetipo de fuckboy de serie adolescente: guapo, buenorro y un capullo integral. Pero al final todo queda exculpado porque, oh, quería mucho a su madre muerta (?). ¿Es esa realmente forma de hacer lidiar a un personaje con las consecuencias de sus actos? ¿Por qué estos personajes suelen ser hombres casi siempre y son glorificados y exculpados de esta manera? ¿Al final con un "lo siento" todo se arregla? Chuck de Gossip Girl, Damon de The Vampire Diaries… y suma y sigue.
Con esto no quiero decir, evidentemente, que no se pueda hablar de hombres complicados, tóxicos, abusivos. A lo que me refiero es que esta forma concreta de hablar de ellos no es interesante y deja mucho que desear. Se basa en esa fantasía sexual que nos tendríamos, honestamente, que analizar a fondo. ¿Por qué excita a tantos y tantas un hombre rudo, machote, guay, de malas maneras que al final, oh, se convierte en buenazo? La vida real no es así, y quizá por eso nos gusta tanto verlo en una serie. Pero, por favor...
Isidro López (@Drolope)