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Por qué los españoles asumieron la 'Leyenda Negra'

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Por qué los españoles asumieron la 'Leyenda Negra' Por qué los españoles asumieron la 'Leyenda Negra'

Por Juan López Giménez

En un artículo anterior, denominado El problema de los españoles con la 'Leyenda Negra', comentaba el hecho de que cuando en el s.XIX las naciones de nuestro entorno (Inglaterra, Francia, Alemania, etc.) estaban escribiendo su historia con lo que querían que se supiera de ellas, y convirtiendo de paso toda la propaganda protestante contra España en historia normalizada, ni nuestros historiadores ni nuestros intelectuales hicieron nada similar con nuestra historia, y se limitaron a aceptar la que escribían especialmente los ingleses y franceses, nuestros enemigos tradicionales.

Esto explica que en los sucesivos planes de estudios españoles, los contenidos sobre Historia siempre seguían las pautas establecidas por el mundo anglosajón, de tal forma que, por ejemplo, el tema sobre la Armada de Felipe II, (llamada Invencible por los ingleses) que no significó nada para España, se estudiaba de forma machacona y como un gran descalabro para España curso tras curso, mientras que sobre la Contra Armada, cuyo desastre sí fue bastante costoso para Inglaterra, nunca se nos dijo nada ni, por supuesto, nunca se nos informó de que el mayor botín del mar en aquellos siglos lo consiguió D. Luis de Córdova, que apresó 52 barcos británicos de una sola tacada cargados de oro y pertrechos militares; y de que D. Blas de Lezo destrozó una flota británica en 1741 de 180 barcos, impidiendo así que Sudamérica pasase a dominio inglés, tampoco se nos dijo nunca nada. Pero eso sí, los españolitos oyendo hablar curso tras curso sólo de la Armada invencible y de Trafalgar.

Hoy no cabe ninguna duda de que el origen de esa desidia y abandono de nuestros historiadores y políticos de épocas pasadas, hasta el punto de permitir y aceptar como nuestra verdadera historia, la escrita sobre España por nuestras potencias enemigas tradicionales, se debió a un proceso de subordinación ideológica y cultural ante el imperialismo anglosajón.

En España, tras siglos de lucha con las potencias que la acosaban y con una clase política paulatinamente más inepta e infame, se fueron asumiendo las ideas de la Leyenda Negra: se fue aceptando que si otros países estaban adelantando a España en ciencias, economía, poder político y militar, etc., se debía a los defectos que nos atribuían nuestros enemigos. De esta forma se fue implantando un imperialismo cultural que desarrolló un sentimiento generalizado de menorvalía que hacía imprescindible la ayuda extranjera para superarlo.

Esto fue exactamente lo que comenzó a suceder en España a lo largo de los s. XVIII, XIX y sobre todo en el XX, tal como se refleja en las siguientes “perlas”sobre el particular dichas por políticos e intelectuales conspicuos:

  • Castelar predicaba que “nada era más espantoso más abominable que aquel imperio español que era un sudario que se extendía sobre el planeta”.
  • Cánovas, político del que junto a Sagasta A. Pérez Reverte opina “…de extraordinaria talla e inteligencia, a los que Pedro Sánchez, Mariano Rajoy, José Luis Zapatero y José María Aznar, por citar sólo a cuatro tiñalpas de ahora mismo, no valdrían ni para llevarles el botijo…”, había bromeado con muy mala sombra que «Son españoles los que no pueden ser otra cosa».
  • Azaña sostenía que “España sólo había creado un imperio de mendigos y de frailes aliñados con miseria y superstición”
  • Joaquín Costa hablaba de “echar doble llave al sepulcro del Cid”; y
  • Ortega y Gasset se descolgó con aquella frase y ocurrencia de que “España es el problema y Europa es la solución”, sin percatarse de que aunque España tenía problemas que desembocaron en la Guerra Civil, en Europa había problemas igualmente graves que terminaron en la 2ª Guerra Mundial, que originó unos 70 millones de muertos, la ruina y destrucción de buena parte del continente y la liquidación de Europa como centro cultural y político del Mundo.

Eso explica que mientras Gran Bretaña, Francia o Alemania desarrollaban sus mitos patrióticos en las escuelas, procurando que los maestros diesen espíritu cívico y solidario a los ciudadanos del futuro, nuestros políticos e intelectuales renegaran de nuestro pasado. Como muestra elocuente de esto podemos recordar, por ejemplo, que mientras en las escuelas francesas se leía obligatoriamente el patriótico libro Le tour de France par deux enfants (1877) y en Italia la deliciosa obra Cuore de Edmundo d’Amicis (1886), el concurso convocado (1921) en España para elaborar un Libro de la Patria destinado a los escolares quedó desierto.

Vemos así, que el gran problema de España desde hace muchos años es que su clase política e intelectualidad fue subordinada ideológicamente, y aceptó la Leyenda Negra, esa inmensa paparrucha (‘fake news’) inventada por nuestros enemigos tradicionales, mediante la cual la historia de España fue escrita por las potencias enemigas de España.

Y tras la transición, la izquierda la siguió aceptando tanto por lo que decía Julián Marías de los socialistas, que tienen una idea negativa de la historia de España, como porque lo contrario le sonaba a franquismo; y la derecha, porque estaba pendiente de que la izquierda le diera el carnet de demócrata, y en eso sigue todavía.

Y lo peor de todo es que la mayor parte de la clase política española, sigue guiándose estultamente por la sentencia de Ortega y Gasset hasta el día de hoy, en buena parte porque dada su gran incultura sigue estando subordinada ideológicamente y acepta la Leyenda Negra sin pestañear, pero también porque no se atreve a disentir del relato que hoy imponen los dictadores de izquierdas sobre lo políticamente correcto marcado por la agenda globalista (Soros,…), y en España padecemos a unos políticos (PSOE, PPSOE, independentistas,…) que para Soros son “confiables” y están alineados con los dictados de dicha agenda, es decir, en olvidar, falsificar y tergiversar la historia para que de esa forma los españoles perdamos nuestro “ser nacional”; todo lo cual les viene de maravilla a tales políticos para ir avanzando en la balcanización de España, mediante las diecisiete Autonomías que ellos se dieron en su día y con las que, aparte de aumentar la desigualdad entre regiones españolas, nos parasitan a los españoles con el sistema político y la administración más caros del mundo.

Afortunadamente, la magnífica obra Imperiofobia y Leyenda Negra, de Elvira Roca, supuso un revulsivo para miles de españoles a los que nos liberó de ese gran lastre ideológico que nos habían inculcado nuestras propias autoridades educativas y que, desgraciadamente, estas lo siguen permitido. Y tras Elvira Roca, son cada vez más los escritores que con magníficas obras (por ejemplo, Madre Patria, de Marcelo Gullo; Sobre la Leyenda Negra, de Iván Vélez; La conjura silenciada contra España, de Alberto Gil; En defensa de España, de Stanley G. Payne; etc., etc.) van poniendo luz en todo ese marasmo de patrañas que se nos venían contando. ¡¡Mis gracias a todos ellos!!

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PD.- El para algunos eminente pensador Ortega y Gasset fue un entusiasta republicano y participó activamente en la implantación de la república: histórico artículo del 15-11-1930 que terminaba con "¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia"; fundación de la Agrupación al Servicio de la República, junto a Marañón y Pérez de Ayala; etc., y dado su prestigio influyó en la decisión de muchos españoles de optar por un régimen republicano. El 14-4-31 llegó la república y, a la vista de los desmanes que la acompañaban, el 9-9-1931 publicó otro artículo que terminaba con otras palabras que también han pasado a la historia: ¡No es esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo.

Tuvieron que pasar 5 meses para que el eminente pensador se percatara de lo que había traído la república, cosa que la mitad de los españoles por lo menos y siendo muchos de ellos analfabetos, tenía muy claro que vendría con ella desde mucho antes de que llegara.

Tras la victoria fraudulenta del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el eminente pensador se trasladó con su familia a París, siendo testigo, desde su cómodo retiro, del padecimiento de los muchos millones de españoles que sufrieron la Guerra Civil por no tener la suerte del eminente profesor.

Sus dos hijos decidieron alistarse en el Ejército de Franco con plena aprobación paterna. Desde la distancia, siguió el desarrollo de la guerra con el deseo de una rápida victoria del bando nacional.

Mantuvo contacto frecuente con Marañón, al que confesó con amargura su arrepentimiento por haber participado tan activamente en la campaña contra la Monarquía, y admitiendo que él, la cabeza más influyente de la España de su tiempo, se había equivocado estrepitosamente. El 28 de marzo le envió un telegrama expresando su "alborozo y felicitación" por la entrada de Franco en Madrid.

Regresó a España en 1944, donde residió, intelectualmente activo pero políticamente al margen, hasta su fallecimiento en 1955.

Juan López GiménezSevilla, 8-10-2021

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