En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de España, el día 10 de noviembre, tanto la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, como el ministro portavoz, Íñigo Méndez de Vigo, reconocieron que se habían detectado movimientos, sobre todo a nivel de mensajes de las redes sociales, cuyo origen estaba en terreno ruso, y también de otros sitios alejados de la UE, en alusión a Venezuela. En ese sentido, Méndez de Vigo defendió la necesidad de que las democracias sean capaces de hacer frente a los retos que se derivan de las nuevas tecnologías porque de ahí pueden venir ataques fundamentales, precisamente, para la democracia.
Con ayuda rusa o sin ayuda, el núcleo de la fuerza independentista está en la cohesión como nación del independentismo y en su unión en torno a una meta común que les mueve y les hace arriesgar sus vidas.
Unos 300 espartanos, miembros de una nación con cultura propia, costumbres compartidas, metas e ilusiones comunes, fueron capaces de detener durante días, en las Termópilas, a casi un millón de persas, una masa de pueblos diferentes y sin cohesión, esclavizada y débil porque carecía de ilusiones y metas comunes.
Frente a la ilusión catalana de crear un Estado nuevo y propio, los españoles, desmoralizados por la corrupción de nuestros gobiernos y la baja calidad de nuestra democracia, carente de valores y de ciudadanía, sólo podemos oponer la fuerza de las leyes, olvidando el principio de que las leyes no son legítimas porque hayan sido aprobadas, sino porque el pueblo las asume como propias.
Si España es una nación, ¿Cuales son sus ilusiones y sus metas? ¿Dónde están los valores que compartimos, cuando habitamos un país que ha sido ya despedazado por los políticos, donde los derechos de unos, por ser catalanes, vascos o navarros, son mayores que los de otros, por ser andaluces, castellanos o extremeños? Cuando los políticos son rechazados por su pueblo y aparecen en las encuestas como un grave problema para el país, el proceso de desintegración ya ha empezado, mucho antes de que los catalanes independentistas proclamen su República.
Me decía recientemente un corresponsal extranjero de habla inglesa que las manifestaciones independentistas sobrecogían por su fuerza y por la fe de sus miembros al gritar "Independencia" o "Libertad", mientras que las manifestaciones de españoles parecían ridículas cuando sólo gritaban "Que viva España" o "Puigdemont a prisión". En una se veía la lucha de un pueblo por un objetivo común, mientras que en otra se percibía la resistencia defensiva a ser aplastado por la marea independentista.
Afirmamos que los jóvenes han sido adoctrinados en Cataluña y es verdad, pero olvidamos que no adoctrina el que quiere sino el que puede y que para adoctrinar hay que ofrecer a los jóvenes metas e ilusiones que les atraigan.
¿Que metas o ilusiones pueden compartir hoy los jóvenes españoles de Galicia, Castilla o Andalucía? ¿La ilusión por el desempleo que les amenaza, por la injusticia que les rodea, por la corrupción que les invade?
Los principales independentistas de España no son Pujol, Artur Mas, Junqueras o Puigdemont, sino Gonzalez, Aznar, Zapatero y Rajoy, malos gobernantes que nos han despojado de valores y que han sido incapaces de generar una sóla ilusión o meta que nos congregue en torno a la nación, que nos haga sentir orgullo de ser español y que nos ilusione, nos una y nos empuje a renacer como pueblo.
(Soy consciente de que estas reflexiones van a desagradar a muchos lectores porque, en apariencia, benefician a la causa del catalanismo, pero el compromiso de esta página es afrontar siempre la verdad. Los independentistas, al poseer metas e ilusiones comunes capaces de movilizarlos, incluso arriesgando su seguridad, demuestran una evidente superioridad sobre un pueblo español mal gobernado, al que sus dirigentes políticos llevan décadas desmotivando, desarmando de valores, privando de ilusiones y cabreándolo con sus abusos de poder, corrupciones e injusticias de todo tipo. Es evidente que las leyes dan la razón al Estado español y que España cuenta con el apoyo masivo de la comunidad internacional, pero también es evidente que la fe en la independencia y la determinación de los independentistas les colocan en un plano de fuerza muy difícil de derrotar.)
Francisco Rubiales