Optar por caminar. Optar por caminar juntos dentro de una ola de personas que huyen de la desesperación. Optar por caminar 3.700 kilómetros con niños a la espalda, cruzar fronteras irregularmente, atravesar ríos o herirse los pies en lugar de resignarse a la certeza de un mundo hostil en sus pueblos y comunidades.
Lo anterior puede parecer un melodrama muy manido en las pantallas de televisión, los diarios o las agendas políticas, sin embargo, especialistas prevén que viajar en caravana se convierta en la manera recurrente de migrar para tratar de neutralizar los abusos, la violencia y la inseguridad que acechan al migrante solitario.
Hoy, según apunta el Atlas de Migracion del Norte de Centroamerica realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la migración en la región es más compleja. Hay más migrantes en tránsito, repatriados, menores no acompañados, familias enteras, solicitantes de asilo y, actualmente, caravanas que viajan a través de México desde los países del norte de América Central.
En 2015, el número de migrantes centroamericanos en tránsito hacia el norte se estimó en 417.000, la mayoría provenientes de Guatemala, El Salvador y Honduras y tenían como objetivo llegar a Estados Unidos, donde el 82% de ellos tiene familia.
Sin embargo, solo 19 de cada 100 que comenzaron el viaje lograron su objetivo sin ser detenidos por las autoridades mexicanas o estadounidenses. Entre abril y junio de 2018, las detenciones de centroamericanos por parte de las autoridades mexicanas aumentaron un 59% en comparación con el mismo periodo en 2017. En ese lapso fueron detenidos 13.310 hondureños, 2.872 salvadoreños y 11.068 guatemaltecos.
Mientras que 45.000 menores no acompañados llegaron a México entre 2015 y 2016, registrándose en 2017 un incremento en la cifra de niñas no acompañadas en un 72%, respecto al año anterior.
La complejidad del fenómeno
La dinámica actual de la migración evidencia que los países requieren modernizar sus políticas migratorias más allá de construir un muro y que la intensificación y creciente complejidad del fenómeno es multifactorial, destaca la Cepal. Algunos son de carácter mundial, como la crisis financiera de 2007-2008, que redujo la migración de América Latina y el Caribe a países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) —especialmente a EE.UU. y España— e impulsó aumentos en los flujos intrarregionales.
Otros factores relevantes son las diferencias entre los países en términos de estabilidad política, más opciones de transporte y comunicación, así como mercados laborales más abiertos y diversos en algunos países. “La migración se ha convertido en una cuestión de la más alta prioridad en las agendas políticas y de desarrollo”, destaca el organismo en el documento que aborda las causas estructurales a nivel económico, social y ambiental que llevan a la migración en los países del norte de Centroamérica.
Sin embargo, Saskia Sassen, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2013, destaca que “mucho de lo que es registrado como ‘modernización y desarrollo’ por parte de gobiernos e instituciones, como el Banco Mundial, vuelve más vulnerables a las comunidades, pues aunque “crean algunos empleos rurales, son mal pagados y sobreexplotados”.
El informe de la Cepal subraya también la vulnerabilidad extrema, especialmente en áreas rurales, a eventos climáticos como huracanes, terremotos y sequías, que junto a altos niveles de pobreza diezma los medios de vida de millones de personas.
En este punto, Sassen destaca el acelerado acaparamiento de tierras en la década de los noventa en Honduras debido a una actualización de la ley agraria, con la cual se privatizaron propiedades colectivas. “Este acceso es a veces bajo la ley, pero otras en la opacidad, y, en la mayoría de los casos, viene acompañado de un brutal conflicto armado contra campesinos sin armas (…) Pero no es solo Honduras, muchas corporaciones han tomado el control de las áreas rurales en muchos lugares en el mundo”, refiere.
Los migrantes, apunta la académica de la Universidad de Columbia a este medio, son refugiados de “políticas económicas apoyadas fuertemente por grandes empresas de EE.UU. que usan a los grandes terratenientes de América Central” o establecen sus propias corporaciones.
“Los que vienen de América Central son genuinos refugiados de los abusos y expulsiones por parte de los grandes terratenientes. Estos van acumulando más y más tierras, y expulsan a gran número de pequeños agricultores, cuya única opción es huir a las ciudades, dada la violencia e incluso los asesinatos que se cometen en su contra”.
De esta forma, el último factor considerado por la Cepal es la violencia y la inseguridad que aumentan significativamente el costo de permanecer en los países de origen, aunque también pueden ocurrir en los países de tránsito, como lo demuestran las decenas de muertes de migrantes y el número incalculable de personas que han sufrido violencia en el camino.
Los índices de feminicidio en el norte de América Central, por ejemplo, son los más altos de América Latina y el Caribe, y representan el 87% de todos los que se cometen.
“Las ciudades de América Central no ofrecen muchas opciones, además está el tráfico de drogas, que ha provocado muchos asesinatos de quienes escaparon del campo. Es una historia muy triste”, concluye quien es considerada una de las pensadoras más influyentes a nivel mundial.
“En números, los migrantes son menos que el tránsito cotidiano, pero se dieron cuenta que hacerlo en caravana les da más protección, porque al final van juntos, los van viendo y la vulnerabilidad viene por la invisibilidad.”
Según el estudio, es ocho veces más alta la probabilidad de que un centroamericano sea secuestrado durante su paso por México que un mexicano; también señala que tres de cada cuatro crímenes sufridos por migrantes en tránsito son robos y que uno de cada cuatro hondureños migrantes ha sido víctima de algún tipo de crimen o abuso, por lo que es la nacionalidad más vulnerable durante el tránsito.
México, el riesgo permanente
La Comisión advierte que el 30% de los migrantes que cruzaron México de manera ilegal han declarado haber sufrido o haber presenciado algún crimen durante su viaje.
Mientras que la mayoría de los ataques contra los migrantes en tránsito por territorio mexicano son cometidos en los estados de Chiapas, Oaxaca y Veracruz.