Como no creo que ningún perro nos lo conteste, vamos a ver por qué nuestro mejor amigo se mea en nuestros neumáticos. Antes de nada, comentar que incluso nosotros la tenemos tomada con las ruedas. Cuando se nos avería el coche, nuestras patadas van directamente hacia ellas. Hay una excepción: Carlos Sainz. Él decidió cargarse la luna delantera con su casco.
Si has sometido a análisis a algún perro con intenciones de mearse en una rueda, sabrás que lo primero que hacen es inspeccionar el terreno con su hocico. Ya tenemos la primera pista: los perros se dirigen hacia los neumáticos atraídos por el intenso olor. El caucho huele muy fuerte, y el polvo que se desprende de las pastillas de freno y de los discos también.
Aquí hay muchas teorías, sin mucho fundamento, que cuentan que el olor a caucho se parece a la fragancia que desprende una perra en estado de celo. No seré yo quien lo compruebe. Lo que está claro es que el perro se dirige a la rueda no por su color oscuro y amenazante, sino por su olor.
El motivo de orinar es, como te podrías imaginar, marcar el territorio. Cada vez que Samy pasee por ahí, sabrá que es territorio de Brutus. Si cambiamos los neumáticos por bolsas de plástico blancas, Brutus se meará también en ellas. Si robamos los neumáticos y dejamos ladrillos aguantando el coche, Brutus irá a los ladrillos para mearse. Si robamos el coche y dejamos una llanta en el suelo, ya sabes lo que hará Brutus.
Así que llegamos a la conclusión de que cualquier cosa que dejemos en el suelo cerca del camino de un can, tendrá todas las papeletas de recibir unas gotitas de nuestros mejores amigos. Ya sea un neumático, una papelera, la llanta de una moto, y si te descuidas, tus propios pantalones.