Por qué los premios y los elogios no están haciendo más felices a nuestros hijos

Por Serpapas @ser_papas

La autoestima es la valoración positiva o negativa que cada uno hacemos de nosotros mismos. Primero formamos una imagen de cómo creemos que somos y en base a nuestras expectativas, creencias y experiencias tomamos la decisión de si esa imagen es más o menos buena. De qué decisión tomemos depende nada más y nada menos que nuestra felicidad.

Quiero ser una niña buena libre

En el caso de nuestros hijos todo esto es, si cabe, más importante. Durante los primeros años no sólo comenzamos a construir una imagen de nosotros mismos, sino que también aprendemos cómo vamos a realizar la valoración (en qué nos vamos a fijar, qué creencias vamos a utilizar, etc.) Y este aprendizaje va a determinar nuestra autoestima durante toda la infancia, adolescencia y la edad adulta.

Creo que todo esto es vital y clave en la vida de nuestros hijos, y creo también que hasta ahora no lo estamos haciendo muy bien.

Nos hemos empeñado en ser los responsables de su autoestima y en ser nosotros quienes debemos proporcionarles una autoestima positiva. De ahí que les llenemos de elogios, premios y buenas frases sobre cómo son, lo que consiguen y lo guapos o estupendos que son. Es cierto que cada vez que les decimos algo bueno sobre ellos, está ganando puntos su autoestima positiva pero el problema es el tipo de autoestima que estamos fabricando.

Cuando les damos elogios, premios, pegatinas sonrientes o una chocolatina porque son estupendos les estamos diciendo que su valoración depende de nuestro criterio no del suyo propio. Es decir, les estamos enseñando a evaluarse en función de lo que los demás opinan sobre ellos.

Mientras la opinión de los demás sea positiva, no hay problema, el peque (y el adulto en el futuro) se sentirá estupendamente. El problema viene cuando falla y los demás opinan que " es un desastre", que " no se puede confiar en él" o que " es insoportable ". Estas frases caen en su autoestima como una losa llevando la balanza hacia el lado negativo y de repente nuestro hijo ya no se siente tan bien.

La buena autoestima, la que nos permite establecer objetivos a largo plazo, creer en nosotros y forjarnos una vida llena de significado desde luego no puede depender de criterios externos. Este tipo de autoestima es voluble: hoy me siento estupendamente pero mañana me hundo porque un compañero de clase se ha reído de mí. Es un tipo de autoestima condicionada a comportarnos tal y cómo los demás esperan de nosotros: si me rebelo soy una niña mala, mejor me callo y me gano una sonrisa. Y lo peor de todo, es una autoestima muy frágil ante los errores o los fracasos.

¿Cuál es entonces la buena autoestima? La buena autoestima es la autoestima resistente (o resiliente) Es una autoestima que, de conseguirla, nos va a proteger a lo largo de nuestra vida y nos va a proporcionar una herramienta maravillosa para creer en nosotros diga lo que diga la gente y cometamos los errores que cometamos. Es una autoestima estable e incondicional que nace de nuestra propia valoración, que por supuesto escucha lo que dice la gente, pero no depende de ello.

Si quieres enseñar esto a tus hijos dale la vuelta a las cosas que transmites y que les dices. Enséñales que lo importante es su propia opinión, dale importancia a sus propias valoraciones y pon el foco en la autoevaluación.

  • En vez de: "hijo, estas notas son estupendas, si ya sabía yo que eres el más listo" dile "Vaya, has sacado sobresaliente, ¿has aprendido mucho?"
  • En vez de: "Estoy muy orgullosa de ti" por qué no le dices: ¿Estás orgullosa de ti?
  • En vez de: "Me encantan los zapatos que llevas, son perfectos para el día de hoy" igual le puedes decir "¿Te gustan estos zapatos?"
  • En vez de: "Ya sabía yo que te estabas esforzando mucho y lo ibas a conseguir" dile "¿Estás satisfecho?

Esta actitud implica preguntar antes que elogiar y escuchar antes que premiar. Implica sentarnos a conocer cómo se sienten, qué piensan de lo que les ha sucedido y a dejar que ellos mismos saquen sus propias conclusiones (¡¡aunque no nos gusten!!)

De esta actitud nace la verdadera libertad y el desarrollo de una autoestima plena, sin mochilas pesadas llenas de prejuicios y criterios externos.