¿Por qué me gusta ir a Disney?

Por Verónica Marmolejo

Hace unos meses mientras estaba de visita en el parque Disneyland alguien me preguntó por qué me gustaba ir a los parques Disney y quizá esperaba una respuesta sobre las atracciones, la magia, las ilusiones, las golosinas o qué se yo, pero en realidad mi respuesta es mucho más simple.
Esta misma pregunta me la hice hace tiempo y me la han hecho en otras ocasiones, y luego de no pensarle tanto puedo decir que me gusta ir porque me rodeo de gente que está sonriente y feliz, pues nadie se desplaza hasta allá para pasarla mal. Entonces, al entrar en estos parques me encuentro sólo con gente sonriente y dispuesta a divertirse.
Hombres y mujeres, sin importar su edad portan orejitas de Mickey, trajes, playeras, adornos, comen golosinas, cantan y se entregan por esas horas a la alegría. Es curioso pensar que muchos de ellos seguramente en la vida diaria visten formales y que ahí son capaces de llevar un simpático gorro porque no importa nada más que “ser feliz”. Así de mágico es ese lugar, que una vez cruzando la puerta del parque las tristezas, las obligaciones y preocupaciones se quedan atrás.
¿Mercadotecnia, frivolidad…? Varios podrán juzgar, pero a mí lo que me importa es divertirme y definitivamente Disneyland y Walt Disney World me llenan de alegría al convivir por unos días con gente que ríe, grita, canta y va con sus seres queridos a vivir cansadas jornadas llenas de felicidad, color, personajes de fantasía, juegos y canciones.
Y si a todo eso le agrego que cada visita la he podido compartir con mi familia, pues está hecho el plan pefecto y por eso me encanta regresar una y otra vez.
Yo crecí, como muchos de ustedes, viendo el programa de TV Disneyland, que cuando lo pasaban en México tenía ya sus añitos de haberse creado; y por supuesto que, también como tantos, deseaba conocer “el mágico mundo de color” que mencionaba Walt Disney, pero eso parecía un sueño imposible de lograr en un tiempo en que subir a un avión era todo un lujo y más para una familia como la mía que no gozaba de la mejor situación económica. 
Cuando fui mamá y tuve la oportunidad de llevar a mi hija por primera vez, hasta podría decir que lo hice más por mí que por ella; y debo aceptar que al verme frente a ese castillo, la emoción me invadió, porque fueron muchos años de espera de algo que en mi niñez parecía imposible, volví a ser niña a pesar de la edad que tenía… sí, fue un momento mágico!