Por otro lado, esta idea acaba de mezclárseme con otra a la que ando dando vueltas desde la (fallida) huelga general, y es que debemos emprender la búsqueda de otras formas de protesta más adecuadas a los tiempos que vivimos. Una de esas formas alternativas de protesta podría ser, precisamente, prescindir de aquellos servicios cuya evolución no vaya acorde a nuestras ideas, gustos o pretensiones. Otro ejemplo en esta línea es la idea que expuse hace ya algún tiempo, sobre la posibilidad de sacar nuestro dinero de los bancos y guardarlo bajo el colchón.
Sin embargo, renunciando al uso de internet estaría renunciando a un servicio que considero básico en mi vida diara. Renunciaría a la posibilidad de comunicarme con algunas personas a través del email, incluso a través de este blog. Renunciaría a estar informado diariamente, a acceder a contenidos de manera gratuita. Renunciaría a cosas a las que no quiero renunciar...
Incluso aunque el movimiento fuese razonablemente mayoritario dudo que consiguiera tener un efecto significativo, ya que al final sería temporal. Una vez que has probado a estar conectado, ya no puedes vivir sin ello.
Sí que creo, sin embargo, que puede ser una medida válida si la focalizamos contra un operador concreto (no diré cuál... cada uno que elija el suyo). Una movilización de bajas masivas de un operador, aunque sea temporal, puede generar un daño financiero siginificativo y forzarle a revisar algunas de sus estrategias; podría forzar a Telefónica a revisar sus precios, a Vodafone y Orange a proveer un servicio de más calidad (tanto de red como de atención al cliente, por ejemplo), etc. Recordemos que las portabilidades son gratuitas para el cliente, pero no para el operador, ya que le generan un coste interno de gestión significativo; además, el regulador obliga a cumplir unos plazos de ejecución de la portabilidad que estoy seguro se incumplirían en caso de solicitudes masivas, lo que podría dar lugar a denuncias, idemnizaciones... posiblemente llevaría incluso al despido de algunos ejecutivos del sector, lo cual siempre es una buena noticia (aunque el efecto final en dichos personajes no sea más que hacerles pasar un mal rato).
Pese a que pueda parecer que somos cautivos de algunas empresas, creo sinceramente que tenemos posibilidades de revertir (o simplemente controlar) esta situación; aunque tengo la impresión de que, como sociedad, nos estamos volviendo excesivamente pacientes con los abusos que nos toca aguantar desde estas grandes corporaciones. Vuelvo a insistir desde este blog en la necesidad de abrir un debate social para encontrar nuevas formas de protesta efectivas contra quienes realmente están atentando contra la sociedad del bienestar: banqueros y grandes corporaciones.
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