"Ahora que está criado, ya puedes ir a por el siguiente".
"Pues nada, ahora a por la parejita".
"Ahora otro y así juegan juntos".
¿Os suena?. Desde que mi hijo ha cumplido los seis meses, me lo dicen a todas horas. Cada vez que me preguntan la edad del niño, ya sé lo que viene a continuación.
Normalmente no contesto. Cuento hasta 10 y me recuerdo a mi misma que en este país hay una serie de "clichés", frases estereotipadas que se repiten casi sin pensar y realmente no creo que esté en el ánimo de estas personas el presionar o imponer nada. Ahora, no os penseis que este tipo de frases vienen únicamente de marujas de barrio, tenderos, paseadores de perros... No, no, esta frase también la oigo en mi entorno más cercano, que es algo que sí que me deja estupefacta y me hierve la sangre.
Que una persona que no me conoce de nada me conmine a tener otro embarazo, puedo conseguir que me resbale. Pero que una persona que sabe de primera mano el embarazo que yo he pasado, que he tenido una cesárea hace siete meses, que tengo un mioma que no sabemos si tendré que quitarme o no, que está por confirmar si me inmunicé o no a la sangre Rh+ de mi hijo (el primer análisis dió positivo, me lo tengo que repetir), que todavía estoy recuperándome del asma... eso no tiene perdón ninguno. O la gente tiene una memoria de pez o muy mala leche... O ambas.
No voy muy desencaminada si digo que para muchas personas, cercanas o lejanas, la madre es un mero contenedor-reproductor. Una vez expulsado el niño, la salud de la madre, tanto física como mental, importa un carajo.
¿Sabéis quienes son las únicas personas que siguen preocupándose por la madre después de haber parido?. Los padres. Los padres de la mujer, por mucho que acaben de ser abuelos, nunca se olvidan de su hija y siguen preocupándose por ella y por su salud como no lo harán los demás.
La semana pasada estuve a punto de contestar a una vieja en el centro comercial y decirle "ya no puedo tener más hijos, tuvieron que extirparme el útero tras el parto", para quitarle las ganas de volver a meterse donde no la llaman en lo que le quede de vida y, de paso, a todos los que me escucharan. Pero me mordí la lengua. Pensé: "me va a castigar Dios por decir semejante burrada". Y es una pena que me callara porque cuando la gente pregunta una cosa así no tiene ni puñetera idea del daño que puede estar haciendo ni de cuáles son las vicisitudes de esa familia.
Lo peor, ya digo, no es esta gente anónima, lo peor es cuando la frasecita de marras viene de alguien cercano. Me pasó hace unos quince días y también me mordí la lengua para no decir: "¿tu sabes lo que estás diciendo? ¿qué pasaría si me muriera, te haría la misma gracia?". Lamentablemente, no creo que soltar una verdad tan a las claras fuera a hacer ninguna mella, hace tiempo que me di cuenta de que mi salud y mis problemas me importan a mi, a mis padres y a mi marido. Y absolutamente a nadie más.
Un día de estos, de tanto aguantarme la mala leche, me va a dar un siroco en plan "Un día de furia".