Por qué no sirven las protestas sólo hechas para que salgan en la prensa
Publicado el 23 agosto 2011 por Mariosimonovich
Imagen: madrid11.com, la web
oficial de la Jornada Mundial de la
Juventud, que fue hackeada
durante la inolvidable semana que
se vivió en Madrid, protagonizada
por un millón de jóvenes de todo
el mundo
Están los que hacen actos públicos para manifestarse, expresarse o protestar y están los que hacen actos públicos y protagonizan hechos fuera de rutina, sólo para salir en los medios y de ese modo, hacer más efectiva la protesta. Tras la repercusión en la prensa de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, encontré que en el segundo grupo hay un objetivo nuevo: no sólo hacer más efectiva la protesta, sino también que un hecho mínimo –traducido en los diarios digitales como nota relacionada- se convierta en un hecho principal, por lo que la noticia construida termina siendo dos: el hecho principal y el hecho secundario, ambos comunicados con la misma jerarquía y trascendencia.
El que trabaja o ha trabajado en las Redacciones ya lo sabe: o sale a la calle a buscar la noticia o sale a la calle a entrevistar (o cubrir) a esos “generadores de noticia”, que en una época eran grupos de vecinos que acudían a los medios porque el gobierno y el concejo deliberante de su municipio no les pasaba bola. Entonces el periodismo aprovechaba esas circunstancias para hacer la nota que esos vecinos les pedían, pero también para buscar una segunda opinión, a través del municipio, concejo deliberante o ente gubernamental o de servicios, porque ellos eran quienes debían una respuesta a esos vecinos que generaban el hecho noticioso, cortando una esquina en el barrio. Así nos acostumbramos a ver a Carlos Ciurca en sus tiempos de ministro de Seguridad y a los funcionarios de Aguas Mendocinas o del EPAS, cuando en los veranos anteriores, por el mal uso del agua de los mendocinos –entre otras causas- muchos barrios de Guaymallén se quedaban sin líquido de la canilla. Entonces, ese problema vecinal –como el caso del agua y de la inseguridad- trascendía al barrio mismo y cualquier otro vecino de la provincia podía convertirse en la próxima víctima: entonces el periodismo era la voz de alarma para estos casos y buscaba una respuesta anticipada, para evitar que ese hecho que despertaba a los vecinos se repitiera.Otro caso son las marchas contra el aborto, o a favor o en contra del matrimonio gay –estos últimos, como pasó aquí en Mendoza hace más de un año-. El objetivo de la protesta era la Legislatura de Mendoza y el hecho por sí trascendía en los medios digitales, donde los lectores se sumaban o rechazaban el propósito de esa marcha, a través de sus comentarios o encuestas, si se daba el caso. Pero no eran marchas sólo para salir en los medios, aunque sí siempre se tiene en cuenta la repercusión en la prensa.Distinto fue lo que sucedió la semana pasada en Madrid. ¿Acaso algún mendocino podría imaginar que el ataque de estudiantes secundarios contra hinchas chilenos en la plaza Independiencia, durante la Copa América, tuviera más repercusión en la prensa y en los medios que toda la Copa América en sí? Por suerte, nadie lo imaginó así y mucho menos, ni sucedió así. Aunque claro está: lo que hicieron esos mediocres estudiantes secundarios dio la vuelta al mundo futbolero, pero ni por lejos fue más que todo lo que dejó la Copa América en Mendoza.Con este planteo, entonces, la gran pregunta que me hago es: ¿por qué la quema de banderas de la Jornada Mundial de la Juventud por parte de los tres mil izquierdistas, ateos y asociados indignados tuvo la misma prensa que la Jornada en sí, que reunió a un millón de personas? Y la que más me preocupa, como periodista: ¿por qué ningún medio, ninguna autoridad política o ninguna agrupación de derechos humanos salió a descalificar y condenar a esa evidente expresión de intolerancia religiosa y de rechazo a la libertad? Cuando ellos son las víctimas aparecen los términos “represores”, “fachos” e “inquisidores”. Cuando ellos son represores, fachos e inquisidores, todos miran para el costado. Tampoco nadie salió para replantear el motivo de su protesta: el dinero que puso el gobierno español en salud y seguridad, entre otros, para la organización del evento. Ahora, ¿alguno salió a decir que la JMJ dejó, como mínimo, mil millones de dólares? Si los 40 mil chilenos que vinieron a Mendoza en la Copa América reactivaron el comercio, ¿cómo lo habrá sido los cientos de miles que pasaron la semana última en Madrid? Yo no escuché a nadie que hablara de esto último, que desacredita totalmente la protesta contra el gobierno español y la iglesia, de no poner un euro “para Benedicto”.
Los ateos e indignados, provocando a
los jóvenes que llegaron de todo el
mundo a Madrid, mediante la quema
de la bandera de la JMJ.
Ayer entré a Reuters.com y puse como término de búsqueda Madrid, Benedicto, JMJ, Jornada Mundial de la Juventud y otros. En todos los casos apareció en el resultado de búsqueda la misma cantidad de fotos de los incidentes causados por los anticlericales que las imágenes del mismo evento. No es que esa agencia de noticias le dio igual bolilla a los dos: fueron los medios quienes decidieron darle la misma trascendencia a ambos hechos, porque siempre las agencias de noticias sacan fotos de más, para que los medios las seleccionen y las publiquen.
Para mí esto sucede, en gran parte, por las mismas razones que otras veces hemos explicado en este blog en asuntos que tiene que ver con la iglesia católica: la ignorancia y la falta de experiencia de vida católica por parte de los periodistas.
Si un periodista o editor de diario va a cubrir la Jornada Mundial de la Juventud tiene la misión de meterse de lleno en el tema, de experimentar el espíritu del evento, de interrogar por qué los jóvenes se sienten unidos y sonríen durante siete días y cuál es el motor que apasiona tanto a estas personas; sobre todo, aunque se corra el riesgo de perder la objetividad, por qué Dios logra este milagro de unidad y amor en los jóvenes, en medio de un escenario europeo derrotado por la economía de mercado hecha para el consumo y no para el bien de todos los hombres. El periodista tiene que sacar la última respuesta, tiene que interrogar todos los espacios de curiosidad, hasta encontrar la respuesta final por la cual estas multitudes de jóvenes sonrieron permanentemente y sin discriminar.Si el periodismo, los documentalistas de cine y los escritores lo hicieron durante aquel inolvidable festival de Woodstock, ¿por qué no hacerlo de la misma manera en este momento de resplandor y paz, que significó para Madrid y Europa la Jornada Mundial de la Juventud?
Al menos en Mendoza, una parte importante del periodismo viene contaminado de las vieja ideología izquierdista y atea de Ciencias Políticas, donde echan a docentes simplemente por opinar en contra del retiro de crucifijos, y no –como debería ser- por su mal desempeño como docente. Si a esto le sumamos el prejuicio constante hacia la iglesia católica, que oscurece la capacidad de buscar la noticia allí, nos quedamos con un hecho relevante ante la mirada de ojos nublados de prejuicios e ignorancia. Resultado: nunca se podrá informar bien porque nunca se podrá conocer bien al otro. Si los periodistas procedieran con prejuicios en todos los temas que incumbe la realidad, entonces las crónicas periodísticas serían incompletas y hasta inmaduras, porque el prejuicio acorta las preguntas, reduce la curiosidad y, por lo tanto, le quita vida a esa realidad que se está construyendo.
Si en una matrimonio, el diálogo se sustenta en prejuicios, esa pareja tiene fecha de vencimiento. Pero si el diálogo se sustenta en buscar lo mejor de la otra persona, sacar a la luz lo peor de la otra e intentar dar una respuesta positiva y constructiva, esa pareja seguramente no tendrá fecha de vencimiento. Lo mismo sucede con el periodismo a la hora de relacionarse con la realidad. El periodista ideologizado, por lo tanto, empieza la carrera rengueando y con la mirada tuerta.Por todos estos argumentos es que hay que ser cuidadosos a la hora de salir a la calle y cubrir un hecho: siempre será mejor cuando el periodista maneje el barco y conduzca la noticia, y no al revés, sobre todo si quienes generan ese acontecimiento son grupos que acuden a los escándalos para ser noticias.