El mundo ha cambiado muy deprisa. Y, cuando todo cambia y todo se pierde, no es complicado entregarse a la nostalgia. A la gente lo que le gusta no es recordar digamos el marco geopolítico de una época sino más bien lo personal, las emociones, las cosas. A la gente lo que le gusta mucho recordar son los objetos perdidos, al tiempo que gusta reírse con las situaciones que nos tocaron vivir y que ahora nos parecen ridículas.
A los lectores les gusta echar la vista atrás y recordar cosas como los cigarros mentolados, los tebeos o los VHS. Todas esas cosas tiene ese efecto evocador que se asocia al pasado y que hace que el lector se identifique aún más con la historia al sentir que regresa a una épica o etapa de su vida. Con este tipo de libros, el escritor atrapa a los mayores que quieren revivir sus mejores años y a los jóvenes que quieren entender cómo se vivía entonces.
¿No te gustaría que dentro de unos años alguien publicara un libro sobre twitter, sobre el Metro o sobre los teléfonos móviles? La tecnología y el mundo seguirán avanzado y cuándo pasen los años volver a recordar esas cosas te harán sentir que aún sigues en aquel año, que aún eres joven y que eres afortunado por poder unir los libros a los recuerdos.
Estos libros tienen muy buen resultado pero, ¿cómo se crea un libro sobre las cosas del pasado? ¿A qué se echa mano para crear un censo de todas esas cosas de las que nos hemos olvidado o que ya no usamos? Además de echar mano de los recuerdos personales hay que visitar fuentes originales. Los libros y los libros escolares del momento, junto con las revistas y los periódicos son fuentes muy buenas para recuperar las cosas del pasado.