“Another time, another place
Another wind to blame
Cover every track and trace
I’ll find you just the same” Poison Lovers: Steve Earle & Lucinda Williams
Doble entrada, y bien diferentes ambas, para Las tres noches de Barbara Stanwyck, espacio compartido junto a Christian Aguilera y Sergi Grau dedicado a trastear con la imagen, talento e historia de la actriz y sus alrededores. La primera es una recopilación de anuncios publicitarios de diferentes marcas realizados entres los últimos 30 y los 50 (…) una pequeña colección, representativa de este uso de la imagen, del icono, que es una parte también esencial del recuerdo de los mitos de la pantalla. Y más de aquellos del star system, al igual que la publicidad un producto de la cultura pop norteamericana, que es como decir de la cultura pop del siglo XX: memorabilia-barbara-stanwyck-on.html

La segunda es una reseña centrada en Clash by night, un penetrante melodrama psicológico dirigido por Fritz Lang en 1952 y una de las piezas menos citadas de su etapa norteamericana y ello pese a su soberbio reparto, Barbara Stanwyck, Robert Ryan, Paul Douglas o una joven y luminosa Marilyn Monroe, o a su evidente conexión con otros títulos de su filmografía:
clash-by-night-1952-amantes-venenosos.html
*Clifford Odets se puso de moda en el Hollywood de los 50. El psicologismo penetrante, analítico, y también por que no decirlo, subrayado de sus obras de la década de los 40 eran lo que buscaba la industria durante los 50. Década en la cual hasta el western fue western psicológico. Neurosis existencial, crispación, diálogos literarios llenos de vibrantes metáforas físicas e inquisitivas agujas verbales. Un peligro cinematográfico. Por ejemplo Robert Aldrich sucumbió a él en The big knife (1955) asimilando el texto a la forma, logrando un film agobiante, obvio en todos sus extremos. Una sesión de psicoanálisis de salón rodada del modo más enfático imaginable. Alexander Mackendrick en cambio lo atrajo a su terreno en Chantaje en Broadway (1957) , acoplando la musicalidad del diálogo de Odetts al ritmo jazzístico de un film geométrico, musical en su formulación visual, de enorme sutileza. Fritz Lang, en la presente Clash by Night logra también reconducir a su terreno un original estrenado once años antes. No completamente, ya que algunos personajes secundarios (como el cruel bufón que es el tío del protagonista) resultan cargantes o demasiado instrumentales y cierta teatralidad aun persiste, No es difícil imagina a Lang atraído por un melodrama de impronta fatalista erigido sobre un cambiante triángulo sentimental; siendo esta una figura paradigmática en el arte langiano:
triángulos de personajes sumados a triángulos de puesta en escena. (…)

