¿Por qué odias a Greta Thunberg?

Por Davidalvarez
A estas alturas es casi imposible que nadie haya oído hablar de Greta Thunberg, la chica de 16 años (el 3 de enero cumplirá 17) que se ha convertido en unos meses y seguramente sin quererlo, en la abanderada de la lucha contra el Cambio Climático. Pero aunque a muchos les parezca que llevan viéndola toda su vida, su historia, al menos la que todos conocemos, empezó hace poco más de un año, cuando en agosto de 2018 decidió sentarse ante el Parlamento sueco con una pancarta en la que pedía que se actuara con más contundencia contra el cambio climático.

A partir de ese momento, repitió esas sentadas y otros estudiantes se unieron a ella en varias ciudades de Suecia y posteriormente en otros países, organizando un movimiento que recibió el nombre de Fridays for Future
Hasta ese momento, sus apariciones en los medios eran esporádicas y en la mayoría de ellos alababan su compromiso y su capacidad para movilizar a los jóvenes por una causa, que a todas luces era noble y justa: salvar el planeta para las siguientes generaciones. Mientras las protestan tuvieron el aire folclórico de las protestas juveniles, todo iba bien. Que unos adolescentes salieran a la calle diciendo consignas sobre el clima y tocando las maracas era mucho mejor que verlos de botellón en una plaza o haciendo balconing en Magaluf, dónde iba a parar. 
Todo cambió a partir de diciembre del año pasado, cuando la niña de la pancarta fue invitada a la 24ª conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebró en  Katowice (Polonia).

En esa conferencia, Greta Thunberg pronunció un discurso, poco más de 3 minutos, infinitamente más breve que los discursos que posteriormente pronunciarían los líderes políticos de los países asistentes. Tres minutos en los que sencillamente dijo que había que actuar si realmente se quería frenar el cambio climático, y que había que actuar ya porque nos quedábamos sin tiempo. Seguramente la mayoría de la gente que ahora la critica, ni siquiera ha escuchado lo que dijo ese día, porque es difícil no estar de acuerdo con sus palabras.
Desde que pronunció ese discurso, la niña de la pancarta ya no volvió a ser la misma. Los periódicos que antes la ponían como ejemplo para la juventud empezaron a publicar críticas, cada vez más duras y más personales. Se empezaron a publicar noticias sobre su vida familiar, sobre su salud mental, sobre el dinero que tenía su familia, sobre su aspecto e incluso sobre sus gestos. Se empezó a publicar todo y de todo sobre ella, todo menos lo más importante, el mensaje de su discurso de poco más de 3 minutos.
Esta estrategia de desprestigio no era nueva, ni mucho menos, se trata de la famosa Falacia ad hominem, que es un recurso que consiste en tachar de falsa una afirmación tomando como argumento la persona que la emite. De esta forma, el mensaje pierde importancia mientras que la cobra el aspecto físico, el género, la religión o cualquier otra característica completamente ajena al argumento emitido. Resumiendo, si no tenemos argumentos para discutir sobre un tema, critiquemos a la persona que los emite.
¿Qué había en el discurso de Greta Thunberg que pudo ofender a tanta gente? Evidentemente, que una niña se atreviera a decirles a la cara a un nutrido grupo de políticos y personajes influyentes, que durante más de 20 reuniones como esa, aparte de buenas palabras y propósitos de enmienda, no habían hecho absolutamente nada, no sentó nada bien. Y que además lo dijera sin inmutarse, sin el menor atisbo de "niñez" en sus gestos, sin sonrisas ni carantoñas, era algo intolerable. Seguramente, si se hubiera puesto nerviosa, si se hubiera quedado bloqueada, si hubiera tartamudeado, o si hubiera buscado con la mirada a su madre en la primera fila, habría despertado la compasión entre el público y habría sido lo normal, otra charla más de una adorable niña que hablaba de sus cosas.
En una campaña perfectamente orquestada, los negacionistas del cambio climático empezaron a lanzar sus dardos contra Greta Thunberg, tratando de esa forma de desacreditar los innumerables trabajos científicos que apoyaban su mensaje. Y los medios de comunicación, dejándose llevar por el amarillismo imperante, dieron voz a tertulianos, presentadores venidos a menos y columnistas sobrados de bilis y dejaron de dársela a los científicos. Si de lo que se trata es de vender periódicos y conseguir anunciantes, vende más un insulto que un trabajo científico. Y como era de esperar, ese discurso de odio caló entre la población, que decían mostrarse hartos de la niña, dedicándole todo tipo de improperios, eso sí, mostrando su pesar porque la pobre perdiera días de clase por preocuparse de estas estupideces. Entre las críticas más recurrentes, podemos resumir las siguientes:
a) Esta niña debería estar en el colegio y jugando como el resto de niños
No deja de ser curioso que una persona que en enero cumplirá 17 años, una edad a la que tanto en España como en Suecia puede legalmente casarse, mantener relaciones sexuales con adultos y por supuesto tener un trabajo remunerado, despierte en muchas personas ese instinto paternalista. Es especialmente curioso en un país como España, donde estamos acostumbrados a ver  menores en todo tipo de concursos, ya sean de cocina, de baile, o de saber tocar el tambor con dos años, para solaz del público y en muchas ocasiones para engordar la cartera de sus padres. Y qué decir de los menores que practican deportes de competición y que en muchas ocasiones deben compaginar sus estudios con una nada despreciable cantidad de horas de entrenamiento. Esos tampoco despiertan la compasión del público, todo lo contrario.
b) Hartos de que se hable más de ella que de los científicos

También es curioso que estas afirmaciones vengan de personas que en su vida se han preocupado por la ciencia ni por los trabajos que confirman la influencia antropogénica en el cambio climático. Y sobre todo resulta curioso porque ni siquiera han escuchado las palabras de la propia Greta, que en el famoso discurso de Katowice, y en el resto de sus intervenciones ha dicho exactamente eso:
"Hay quien ha decidido no escucharnos, no pasa nada, solo somos niños. Pero tenéis que escuchar a la ciencia"
No se puede decir más claro. Así que si tan preocupados están por la ciencia, no tienen más que hacerle caso y leerse esos trabajos, aunque mucho me temo que no lo harán. Pueden empezar por este artículo, publicado recientemente en Bioscience, firmado por 11.000 científicos de todo el mundo en el que alertan sobre la emergencia climática.
c) La niña "zumbada"
Quizás este sea el calificativo más recurrente y que confirma el ya comentado recurso de la Falacia ad hominem. Como Greta Thunberg está diagnosticada de Asperger, un tipo de trastorno del espectro autista, qué mejor manera de criticarla que aludir a ese trastorno. Un trastorno que en modo alguno afecta a su capacidad de argumentar, pero que si afecta a su carácter y a su forma de expresar sus emociones.

Han sido muchos los que han aprovechado la ocasión para desacreditar el mensaje sobre el cambio climático tomando como excusa el Asperger de Greta Thunberg. Entre ellos destaca un conocido periodista radiofónico, que molesto por el precio de las casas de alterne que parece frecuentar con asiduidad, a la vista de su conocimiento sobre sus tarifas, culpa a esta adolescente sueca y a los "ecolojetas" de que ahora deba rascarse más el bolsillo para satisfacer sus necesidades de sexo.

También se ha apuntado al carro del insulto un presentador de pseudodocumentales, conocido por su afición enfermiza a manosear todo tipo de animales, y que no ha encontrado otra forma de llamar la atención que disfrazarse de Greta Thunberg, incluyéndola en su lista de "los bichos más raros que ha tocado". Difícilmente se puede ser más imbécil.
Aunque esos tres son los calificativos más habituales, no faltan los referidos a sus padres, a su hermana, a su condición social o a su capacidad económica, ninguno de ellos relacionados con su mensaje en relación con el cambio climático y con la necesidad de emprender actuaciones inmediatas para tratar de revertir esta situación.
Si odias a Greta Thunberg, o incluso si solo estás harto de verla, quizás deberías preguntarte por qué. Quizás deberías hacerle caso y escuchar a los científicos. Quizás deberías preguntarte si el problema lo tienes tú y no ella. Aunque desgraciadamente las consecuencias del cambio climático nos afectan a todos y todos deberíamos ser conscientes de ello, tú preferirás seguir haciendo caso a los que por cobardía, por ignorancia o por interés, prefieren seguir mirando hacia otro lado, quizás pensando que ya vendrá alguna Greta a sacarte las castañas del fuego.