Seamos sinceros, el que se lleva el protagonismo en los adornos navideños, en toda la parafernalia marquetinera de los comercios, en la noche buena y especialmente después de medianoche, es Papá Noel. Es un personaje carismático, que aporta la posibilidad de hacer regalos, de divertir y maravillar a los niños. Lo obliga al niño Jesús a compartir el papel protagónico de la Navidad. Pero, ¿quién ese rubicundo propenso a la carcajada resonante? ¿Por qué se llama Papá Noel?
El personaje en sí, tiene una historia larga, que llega hasta siglo IV, con un santo obispo de Asia Menor que con el paso de los siglos se terminó convirtiendo en Santa Claus, San Nicolás, Padre Navidad, o Papá Noel, como se llama en el mundo hispanoparlante. Si bien el personaje comienza su historia tan atrás, el que hoy aparece en todas las imágenes, con la mitología tan particular, realmente nació entre los holandeses de Nueva York a partir del siglo XVIII, terminándose de formar entre mediado del siglo XIX y principios del XX.
El nombre con el que lo conocemos en el mundo de habla hispana proviene de Francia. Desde allí llegó el regalón Padre Navidad que había entrado en Inglaterra desde Estados Unidos, y desde allí hacia Francia. En francés noël es navidad, y ellos lo llaman Pere Noël, como en Gran Bretaña lo llamaban Father Christmas, es decir Padre Navidad. A España pasó mitad en castellano, y mitad en francés Papá Noel, que desde allí se espació por el resto del mundo hispano.
San Nicolás, Santa Claus, Papá Noel
situaciones, y en otras se dedicaba a dejar regalos a los niños que menos tenían.
Los vikingos lo adoptaron como santo patrono cuando fueron introducidos a la religión cristiana, y con ellos pasó a Rusia donde se convirtió en santo nacional a principios del siglo X. Su fama de hacedor de milagros se extendió por Europa, y ya desde el siglo XIII san Nicolás repartía regalos y juguetes durante la noche del 5 al 6 de diciembre. Pero la cúpula de la Iglesia quiso desbancarlo creando a otro personaje tras la Contra Reforma católica (1545-1563): Christkind, el niño Jesús, que repartía regalos en el día de Navidad. El avance de la tradición de los regalos del niño Jesús forzó a que san Nicolás pasara a entregar sus regalos el día 25.
En lo que hoy es Holanda, llamados Países Bajos en el siglo XIII, San Nicolás nunca perdió protagonismo de regalero de navidad, incluso fue nombrado santo patrono de Amsterdam. Es gracioso que a los niños que se comportaban mal, no sólo no les daba regalos, sino que se los llevaba a España, algo terrible para los holandeses de aquellos tiempos. Los holandeses fundaron una colonia en América en el siglo XVII, Nueva Amsterdam, específicamente en la isla de Manhattan, hoy Nueva York. Allí se llevaron a San Nicolás.
La transformación comenzó en el siglo XIX, luego de que Nueva York pasase a manos de los Ingleses, y luego a Estados Unidos independiente. El escritor Washington Irving, amante del folclore europeo, escribió su Historia de Nueva York en 1809, en la que describe la supuesta llegada del santo cada víspera de San Nicolás. Lo describe sin ropas de obispo y montando un corcel volador. Fue tan popular a raíz de este relato que todos, incluso los colonos ingleses, festejaron la celebración holandesa. El nombre fue derivando de san Nicolás, Sinterklaas o Sinter Klaas, hasta acabar siendo pronunciado como Santa Claus por los angloparlantes. Para 1835 ya existía una sociedad literaria dedicada a relatar historias de Santa Claus, donde se le fue inventando la biografía que todos conocemos, como que dejó el caballo alado por un trineo tirado por renos, que era un tipo alegre y panzón.
Pero la imagen que todos conocemos la creó el dibujante Thomas Nast, por encargo de la revista Harper’s, donde salieron imágenes de Santa Claus desde 1860 a 1880. Nast añadió detalles como el taller en el polo norte y la vigilancia sobre los niños buenos y malos de todo el mundo. También le otorgó el color rojo y el vestuario de pieles.
Fue Coca-Cola, sí, la empresa de gaseosas, la que le dio el último retoque. Para su campaña publicitaria de la Navidad de 1931, le encargó al artista Habdon Sundblom que remodelara el Santa Claus de Nast. Creó uno más alto, más gordinflón, más simpático, bonachón, de ojos chispeantes, pelo y barba canosa. Los colores ya venían de antes, pero pegaban a la perfección con los de la compañía de refrescos, pero la ropa pasó a ser más lujosa. Ese es el personaje que llegó hasta nuestros días, que pasó de obispo de una región de Turquía, al gordinflón que, desde el polo norte, reparte regalos a todos los niños del mundo.
Preparar vuestros calcetines y esperar a escuchar Ho Ho Ho. ¡ Feliz Navidad !