Con estas semanas de frío, viento y lluvias es inevitable pensar en el buen tiempo: en días de verano, terrazas, sol y copas de vino.
Cuando llega el calor, empezamos a alejar de nuestras comidas el vino tinto y empezamos a servirnos copas fresquitas de vino blanco. Pero, ¿te has preguntado alguna vez por qué?
Hoy en el blog de Decantare resolveremos la incógnita de por qué preferimos el vino blanco, o incluso rosado, en las épocas de más calor.
Aunque pueda parecer una respuesta tan fácil como decir que el vino blanco se consume frío y el tinto a temperatura ambiente; en realidad, hay una explicación un tanto científica para este fenómeno.
El vino tinto, se consuma frío o a temperatura ambiente, tiene más calorías que un vino blanco o rosado. Esto significa que nuestro cuerpo reaccionará de una manera diferente dependiendo del tipo de vino que estemos tomando.
Al tener más calorías, el vino tinto reacciona con nuestro cuerpo subiéndole la temperatura. Por eso, solemos rechazarlo en épocas de más calor, porque preferimos algo que nos refresque a que nos haga lo contrario. Lógico, ¿no?
Es por este motivo que, cuando en verano nos apetece una copa de vino tinto suele ser por la noche, ya que el ambiente es más fresco.
Por loco que parezca, el color del vino también es decisivo a la hora de escoger un tipo u otro en las temporadas de más calor.
¿Por qué? Es bastante simple. El verano nos produce sensación de luz y frescor, nos solemos vestir de colores claros y vivos. Pues eso justamente es lo que pasa con el vino; en estas fechas solemos tirar hacia los colores claros como los del vino blanco y rosado. Sin embargo, solemos dejar para otoño e invierno los burdeos, rojos y marrones, así que lo mismo hacemos con el vino.
Igualmente, para concluir, nos gustaría decirte que independientemente de esto, tomes el vino que te apetezca, cuando te apetezca.