España está inmersa en una política intensamente negativa, que causa un daño enorme a la nación.
Que nadie se extrañe entonces cuando los que hoy gobiernan demonizan a los empresarios, acosan a la banca, resucitan la Guerra Civil o hurgan en las cunetas, desenterrando muertos para sembrar esos odios y rencores que a ellos les da votos y poder.
El nuevo líder del comunismo en España, Pablo Iglesias, y Pedro Sánchez, que hacer el papel de tonto útil a la revolución, odian al unísono la Transición, pero no por las razones que compartimos muchos españoles demócratas, que la acusamos de haber creado una partitocracia en lugar de una democracia, sino porque la Transición logro enterrar el odio y abrir las puertas a una ejemplar reconciliación. A los comunistas, socialistas, proetarras, nacionalistas e independentistas les da igual la partitocracia, pero el perdón y la reconciliación les saca de quicio porque ellos saben que su poder se fundamenta en una España dividida en bandos que se odien, una España dividida y débil, en definitiva.
Hay graves problemas y prioridades perentorias en España, como el desempleo, el avance de la pobreza, la corrupción, el despilfarro y la amenaza de ruptura de la nación que inexplicablemente quedan relegadas ante el interés inusitado por estupideces tan incomprensibles como desenterrar a un dictador que estaba olvidado, dinamitar el Valle de los Caídos o crear un museo de la Memoria Histórica. Detrás de esas prisas y urgencias artificiales no hay deseo alguno de reparación o de justicia, ni siquiera interés por ganar ahora, en la política, una guerra que perdieron en los campos de batalla, sino únicamente deseo de poder y de votos, una cosecha que esperan conseguir resucitando el odio que ellos necesitan para prosperar y seguir ocupando los palacios y ministerios.
¡Que nadie se engañe!
Francisco Rubiales