Por qué quiero ir a Cracovia

Publicado el 03 diciembre 2015 por Pnyxis @Pnyxis

Llevo tanto tiempo dejando este blog un poco de lado que se me hace hasta raro enfrentarme a esta entrada en blanco. Sin embargo, hace más de un mes que venía cavilando escribir estas líneas y esta noche por fin me he decidido a hacerlo. Sí, necesitaba escribir y recordarme a mí mismo por qué quiero ir a la JMJ de Cracovia del verano que viene.
Hace algo más de un mes que en mi parroquia empezamos a vender papeletas para poder costearnos el viaje:

Al poco comenzamos también a poner en marcha la idea de vender abetos naturales para Navidad, lo cual está siendo una aventura de las que Chesterton estaría orgulloso. Hablando con la gente con la que me codeo durante la semana la primera pregunta que te hacen al decirles que vendes abetos y papeletas siempre es: "¿Para qué es el dinero?" o "¿Por qué vendes abetos/papeletas?"

Ante esta pregunta se pueden tomar dos caminos. El primero consiste en responder que las papeletas son para financiarte un viaje y quedarte tan ancho. El segundo camino -el estrecho- supone tratar de explicar que vendes abetos para ir a la Jornada Mundial de la Juventud, que este año que entra 2016 se celebra en Cracovia, que es una peregrinación cuyo punto álgido es un encuentro con el Papa Francisco y que van jóvenes de todas las partes del mundo. Reconozco que hay veces en que tomo el primer camino para evitar que me etiqueten o empezar alguna discusión infinita.
Porque ante esta segunda contestación las respuestas varían desde el "¡Ah!" sintomático hasta el "Aaamigo, así que ahí se va a follar". No seré yo quien censure una frase tal y como me la han dicho. Y tampoco es el objeto de esta entrada narrar la conversación posterior que derivó hasta el punto de hablar de la historicidad de los Evangelios o de por qué la Iglesia no acepta las relaciones homosexuales. No es el tema, pero desde luego que a mí por lo menos me resulta enriquecedor escuchar opiniones que divergen tanto de las mías, aunque uno se sienta a veces solo y cansado de nadar a contracorriente.
Pero lo más importante de tomar esta senda estrecha es que, aparte de dar algo de testimonio, te sirve para recordar por qué quieres ir a Cracovia.
No, querido amigo, no voy a Cracovia a acostarme con ninguna chica. No me meto en un lío como este de sacar más de mil euros de la nada por eso. No, tampoco quiero ir a la JMJ para salir de España y ver mundo, aunque eso esté muy bien y lo haga de paso. No, definitivamente tampoco es eso, hay viajes mucho más baratos del que voy a hacer y que no son en autobús. No, ni siquiera voy a Cracovia a ver al papa Francisco, por mucho que vaya a escucharle con gusto.
Voy porque una parte de mí muy importante sabe que en Cracovia me espera algo muy especial que sólo conoceré si voy, si digo sí, si me fío, si no desespero, si no me dejo agobiar por sacar el dinero, en definitiva, si creo. Porque yo lo que espero de Cracovia, y es la razón principal por la que quiero ir, es porque quiero tener un encuentro con Jesucristo REAL
BOOM, ¡lo que ha dicho! ¡Encerrad a ese loco!
Sí, querido lector, quiero ir a Cracovia porque necesito experimentar que Dios existe, que está presente en mi vida aunque no lo vea tantas veces, y sé que una peregrinación es un momento estupendo para ello, para mirar hacia arriba y hacia delante, para aceptar y amar lo que no comprendo de mi historia, para escuchar y discernir.
Quiero ir a Cracovia porque la fe -la minúscula que tengo- me ha ayudado y me ayuda en tantas cosas que necesito alimentarla. Porque hablar con alguien que no cree de por qué la Iglesia no puede admitir el divorcio me parece casi desperdiciar saliva, pudiendo hablar de cómo Cristo te ama, me ama, nos ama. Pero eso daría para miles de entradas más.
Quiero ir a Cracovia porque hace más de cuatro años en la JMJ de Madrid en el aeródromo de Cuatro Vientos, con dieciocho años, mi polo de voluntario fantasma y una lluvia como nunca había visto en agosto en mi vida, hubo un hombre vestido de blanco de ochenta y cuatro años que no quiso irse de allí aunque en ese momento nadie se lo habría reprochado. Se quedó y dijo algo que necesitaba escuchar: "No se puede vivir la fe solo. Hay que vivirla en comunidad". Y yo, tan dado al individualismo y a encerrarme en mí mismo, recibí esas palabras como una ayuda en el momento justo. Y sólo por eso ya mereció la pena, aunque hubo muchas más cosas por supuesto que me sirvieron.
Quiero ir a Cracovia porque ayer, mientras conducía una furgoneta con sesenta y cuatro abetos de camino a Torrelodones, perdiendo clase y después de una mañana de locos, un amigo me dijo que si perdíamos de vista por qué hacíamos todo eso, si perdíamos la fe, si olvidábamos qué era lo que nos impulsaba estábamos perdidos. La evangelización, fue su respuesta. Y por eso he escrito esta noche esta entrada.
"Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra"