Por qué veo las malas noticias

Por Nona

Malas y peores noticias

Recuerdo que un profesor nos dijo una vez: "El día que usted no sea capaz de compadecerse ante la noticia de una desgracia que ocurra en el otro lado del mundo, dése de baja, usted ha perdido su Humanidad." Creo que fue lo único que aprendí en esa clase de Teoría de la Administración.

Hay personas que sólo quieren ver buenas noticias; las malas noticias, ni las ven. Escuché uno que dijo que no lee las noticias de Irak porque siempre es lo mismo: coches bombas y atentados. ¡Qué dolor de Espíritu sufrí!

¡Claro que quisiéramos que solo pasaran cosas buenas! A nadie le gusta que le cuenten nada más que lo malo que pasa en el mundo. Pero ahí está. Es donde vivimos. No hemos logrado la paz, armonía y justicia que quisiéramos. Y tenemos que ser testigos de lo que pasa alrededor nuestro. No podemos estar indolentes al espanto de cada nuevo abuso y asesinato.

¿Y para qué? Para que tengamos conciencia de que hay otros hermanos que sufren por nuestros lujos; como en África y su guerra por el mineral (coltan) con el que hacen nuestros "smart(¿?)phones". Para que veamos que hay lugares donde no se conoce la palabra justicia; como en Afganistán donde una mujer se tiene que casar con su violador para evitar la vergüenza a la familia. Para que sepamos que los cinco pesos que donamos por lo del terremoto en Haití no fueron suficientes y todavía hay gran necesidad. Para que cojamos oreja de que nuestra islita del espanto pronto podría convertirse en el México de nuestras pesadillas, donde el narcotráfico es el jefe y gobierno de los que allí sobreviven.

No podemos enajenarnos del mundo por querer vivir en uno mejor, porque no existe. Es como el matrimonio: en las buenas y en las malas, y hasta que la muerte nos separe.

Actualicémonos sobre lo que pasa en nuestro mundo y en nuestro mundillo. Los que creemos en el poder de la oración, pongámoslo de manifiesto. Salgamos un poco de nuestra zona cómoda y demos la mano en lo pequeño para lograr así grandes cambios. Eduquemos al niño y escuchemos al anciano; escuchemos al niño y eduquemos al anciano. Todos podemos hacer algo para que las malas noticias se conviertan en buenas noticias.

¿Qué puedes hacer tú? (Que no sea pedirle al gobierno que haga algo, por favor ;)

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