Hace casi un mes escribí en este blog que no sabía por quién iba a votar este domingo. He tenido 28 días para pensarlo y finalmente he tomado una decisión. Voy a darle mi voto al partido de Pablo Iglesias y a continuación expondré las razones.
Votaré a Podemos porque ninguno de los otros partidos me ofrece ni un pequeño atisbo de confianza y porque espero contribuir con mi voto a poner en apuros al PP, al PSOE y a Ciudadanos. Votaré a Podemos porque su programa es el que más se acerca a lo que me gustaría ver en España. Votaré a Podemos pese a Pablo Iglesias y su ego; pese a ese giro al “centro del tablero” que tanto daño puede hacer a sus propuestas y pese a la estructura de partido “clásico” que pretenden imponer. Votaré a Podemos pese a que el político que más confianza me inspira (Alberto Garzón) no está ahí sino en Izquierda Unida; porque pienso que IU necesita una regeneración interna tanto como PP y PSOE. Votaré a Podemos con la misma esperanza que puse en el #15M: que su triunfo sea una semilla que germine en algo mucho más importante: el despertar de una sociedad apática, triste y resignada.
Pero también he de decir que votaré a Podemos con desconfianza y con miedo; con desconfianza en que puedan aplicar todas las políticas que pretenden y con miedo de que acaben emborrachándose de poder y cometiendo los mismos errores de los partidos “tradicionales”. Hasta hace unas pocas horas todavía me debatía entre Podemos o Izquierda Unida, tal vez este vídeo de mi adorado David Bravo fue lo que acabó de convencerme. Esto sí es nueva política. Esto sí me ilusiona, pese a todo.