Por qué y para qué venimos al mundo llorando

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

    “La vida psíquica, señores, la vida de nuestra conciencia es movimiento, es pasar de una sensación a otra, de una idea a otra, de un acto a otro. Ese movimiento supone un motor. En nuestra conciencia tiene que haber alguna porción de su contenido encargada de poner en movimiento el resto. A esos contenidos de nuestra psique, que funcionan como motores, llaman los psicólogos emociones. Tal la amargura” (Ortega y Gasset[1]).

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   “Para ungir de emoción a las palabras hace falta haber sufrido. Sé de un amigo mío que era mozo, feliz y literato, y pensaba esto que yo ahora pienso: sabía que cultivar su espíritu para el arte no era sólo leer y anotar; que era preciso el Dolor que nos hace tan humanos” (Ortega y Gasset[2]).

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   “Al esforzarme en ser, al querer ser, lo que busco es ser feliz (…) Pero como la circunstancia nos es negativa, el yo que somos no se realiza nunca suficientemente, el hombre que consiste en tener que ser feliz, al mismo tiempo y siempre es, más o menos, infeliz. Por eso la vida es pena, continuo penar (…) Si sigue el hombre en la vida, es que acepta ese defecto, desventura, infelicidad y absoluto riesgo que es. Y si lo acepta… ¡Ah!... Entonces convierte el defecto y la desventura en tarea entusiasta; es decir: en aventura y empresa” (Ortega y Gasset[3]).



[1] O y G: “La pedagogía social como programa político”, en O. C. Tº 1, p. 505.

[2]José Ortega y Gasset: “Artículos”, O. C. Tº 1º, Madrid, Alianza, 1983, p. 26.

[3] Ortega y Gasset: Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, p. 218.