¿Dónde se ha quedado la Educación en Valores en su nueva Ley de Educación, Sr. Wert? Y dicen que no denuncian ¿Qué pasa con las mujeres que denuncian Sr. Gallardón, Ministro de Justicia? El día estaba claro y soleado en aquel pequeño pueblo, la estrecha calle por la que pasaba, con soportales y casas bajas a ambos lados, remarcaba su silueta con todo su esplendor. El reloj de la torre de la iglesia sobresalía por encima como un ojo curiosón, hacía tiempo que no marcaba las horas. Ella, una mujer preciosa, muy alta y rubia, de piel transparente, lucía un vestido azul claro ajustado y un enorme ramo de flores en sus manos. Irradiaba la luz del sol empequeñeciendo al grupo que la seguía rendido a sus pies. El hombre que la acompañaba, fuerte para su baja estatura, pelo moreno con incipiente calva, ojos hermosos y labios gruesos, mostraba en su semblante un orgullo desafiante, el orgullo de quien exhibe un trofeo. El traje marengo con camisa clara y corbata a juego le daba aires de gran señor, pero no le impedía el brillo del sudor en su rostro. Ella era tan irreal por aquel pueblo, que tenías ganas de tocarla como aquella mano en su cintura apretaba la tela de su vestido. En este amanecer de recuerdos, un hombre pequeño, gris y anodino era el dueño de esa mano cargada de deseo.Su asesino.
Por todas las mujeres que sufren la violencia machista
Publicado el 29 mayo 2013 por María Pilar @pilarmore¿Dónde se ha quedado la Educación en Valores en su nueva Ley de Educación, Sr. Wert? Y dicen que no denuncian ¿Qué pasa con las mujeres que denuncian Sr. Gallardón, Ministro de Justicia? El día estaba claro y soleado en aquel pequeño pueblo, la estrecha calle por la que pasaba, con soportales y casas bajas a ambos lados, remarcaba su silueta con todo su esplendor. El reloj de la torre de la iglesia sobresalía por encima como un ojo curiosón, hacía tiempo que no marcaba las horas. Ella, una mujer preciosa, muy alta y rubia, de piel transparente, lucía un vestido azul claro ajustado y un enorme ramo de flores en sus manos. Irradiaba la luz del sol empequeñeciendo al grupo que la seguía rendido a sus pies. El hombre que la acompañaba, fuerte para su baja estatura, pelo moreno con incipiente calva, ojos hermosos y labios gruesos, mostraba en su semblante un orgullo desafiante, el orgullo de quien exhibe un trofeo. El traje marengo con camisa clara y corbata a juego le daba aires de gran señor, pero no le impedía el brillo del sudor en su rostro. Ella era tan irreal por aquel pueblo, que tenías ganas de tocarla como aquella mano en su cintura apretaba la tela de su vestido. En este amanecer de recuerdos, un hombre pequeño, gris y anodino era el dueño de esa mano cargada de deseo.Su asesino.