A unos participantes de un estudio de esos que buscan dejar la conciencia humana en evidencia, se les dio dos descripciones sobre los atributo de dos aspirantes seleccionados en una entrevista de trabajo:
1.- INTELIGENTE, HÁBIL, TRABAJADORA, CORDIAL, DECIDIDA, PRÁCTICA, PRUDENTE
2.- inteligente, hábil, trabajadora, fría, decidida, práctica, prudente
A continuación, se les pidió que eligieran quien debería ser elegida para el puesto, y para ello debían de elegir qué par de cualidades describían mejor a cada candidato, así como justificar la decisión final.
¿A quién elegirían y por qué? Al número 1 tal vez, como hizo el 90% de los participantes ( el 10% restante no lo tenía claro). ¿Por qué? ¿Por esa palabra emparejada "cordial-fría" que marca la diferencia? No sólo hicieron eso casi todos los participantes, sino que a la hora de la justificación, enumeraron razones subyacentes como que presentaba una personalidad más sabia, divertida, buena, humana, atractiva, altruista, imaginativa y feliz. Los que no pudieron elegir al candidato más idóneo para ser elegido adujeron que no tenían información suficiente. Los que eligieron al nº 1 engrandecieron (en proporción al tamaño visual de la letra) las cualidades por inercia emocional (y subconsciente) deductiva. Una única palabra bajo una tramposa premisa de emparejamiento y un cambio visual MAYÚSCULA-minúscula, sirvió para predisponer a un resultado que pasa por lógico y razonado.
Se repitió el estudio pero con las dos variantes posible, esto es, las descripciones de los atributos de cada persona en MAYÚSCULA-MAYÚSCULA y en minúscula-minúscula, y en ambos casos, el resultado no cambió, sino que además, de ese 10% que no lo tenía claro, un 4 % terminó por atribuir cualidades (imaginarias) positivas asociadas a la palabra "cordial" y justificar con casi los mismo argumentos que el 90% del primer estudio. El problema no radica en la visión, sino en la percepción emocional del propio lenguaje. Así que, con una palabra, la conciencia humana se evidencia como primordialmente subjetiva, y por tanto, la apreciación de la felicidad, también lo sería, puesto que ésta se conforma por tantas palabras como necesitamos para poder definirla.