El título de este artículo tiene pinta de manifiesto. En cierta medida lo es. Intento sin ánimo partidista, pero sí con contundencia y pasión, seguir despierto ante el bombardeo de píldoras adormecedoras: exceso de información sin reflexión; amenazas de catástrofes sin fin; la sociedad del espectáculo en medio de la crisis, la crisis, la crisis.
Gran parte de la población ha caído en un gran espejismo. La crisis económica se ha convertido en el talismán que lo justifica todo: recortes de la inversión pública y de los gastos sociales; bajada de salarios y subida de impuestos; apretarse el cinturón durante los próximos años. Y el común de los mortales se haya atemorizado ante la posibilidad de quedarse sin trabajo y sin ingresos, porque conoce a familiares, amigos o vecinos que las pasan canutas hace tiempo. Acabo el párrafo y me llega este mensaje de una amiga: Hace un mes me ofrecieron un puesto en una fundación, mano derecha de la Presidente. Lo que de inmediato surgió en mi cabeza fue una extraña pregunta: “¿para qué quiero dejar de ser autónoma y trabajar de sol a sol?”, y lo rechacé. Pesarosa y confusa (con la que está cayendo...) esperaba un “castigo divino”. En su lugar recibí otra oferta totalmente inesperada a la semana siguiente. Mi intuición me dijo ¡Sí! En unos días empiezo a trabajar a tiempo parcial en algo ilusionante y con gente de mi onda”. No se dejó vencer por el pánico colectivo.
Y mientras, los políticos “legitimados por las urnas” pueden manejar a su antojo la legislación sin decir que los hilos del poder los tiran otros que están por encima. Sin embargo, se creen los cirujanos que operan, cortan y trasplantan, sin preguntarle al enfermo. Para que sobreviva, dicen ellos. Pero no se cuestionan por qué llegó al quirófano, ni si vale la pena sobrevivir sin piernas, sin brazos y sin riñones. Y los “pobres cirujanos” se recortan sueldos que eran absolutamente escandalosos. No es lo mismo congelarse un sueldo de 5.000 o 10.000 euros mensuales que congelar a los que cobran 400, 700 o 1.000. O dejar sin cobertura ninguna a una parte de la población. Pero el Estado, la Patria, la Comunidad Europea… se convierten en categorías absolutas al servicio de no se sabe quién. ¿O sí?
Los Mercados, la Bolsa, la Deuda soberana y “su Prima” de Riesgo… los Índices de Crecimiento –simples dígitos contables que pongo con mayúsculas como si fueran personas- toman el espacio de la realidad. Pregunta: si de un día a otro las Bolsas de Madrid, Londres, Nueva York o Tokio experimentan pérdidas de varios miles de millones, ¿quiere decir que en 24 horas existen menos reservas de oro en los Bancos, menos petróleo en los pozos, menos cereal o arroz en los graneros, menos fábricas, comercios, museos, inmuebles, obras de arte, bosques, tierras cultivables, agua potable en el mundo? Sin embargo, cunde el pánico y se cierran empresas, se despiden trabajadores, se acumulan reservas de alimentos, suben los precios y… sigue la espiral que un día nadie podría contener. Pura psicología de masas, que aparentemente nadie controla, pero de la que una ínfima minoría se beneficia y algunos tienen el poder de provocar calculadamente.
Así que no son terapéuticas las medidas que adoptan los políticos empujados por los especuladores, inversores y anónimos “mercados”. ¿Qué pasaría si todos ellos acudieran a una terapia eficaz de introspección, de saber dónde se encuentra su verdadera felicidad, equilibrio interior y armonía con el entorno? Si averiguasen que todo está interconectado y la felicidad individual es una quimera dentro del sufrimiento colectivo.
Otra pregunta. Para entrar en la policía se exige pasar unas pruebas psicológicas para que no se cuele ningún desequilibrado. ¿Por qué para ser político solo es necesario escalar puestos en un partido hasta ser elegido en función de un programa ideológico? ¿Cómo es posible que para ser juez y tener el poder de privar de libertad –y en muchos países todavía de la vida- únicamente es necesario estudiar y ganar unas oposiciones memorizando temas? ¿Quién juzga al juzgador sobre su salud mental, emocional y ética? ¿Quién controla los intereses corporativos, las envidias, sus ideologías, sus fobias y prejuicios?
Y si hablamos de ética, conectamos con algo más intangible muy cercano a lo espiritual. Algo que tiene que ver con la universalidad del ser humano, con la unidad con la naturaleza y todo lo que nos rodea. En último término con el amor, que la Revolución francesa resumió en libertad, igualdad y fraternidad. Como diría Ikkyu, monje Zen y místico japonés del siglo XIV, “un solo vislumbre del verdadero ser humano y ya estamos enamorados”. ¡Qué diferencia si los políticos estuviesen enamorados de la humanidad, de los ciudadanos a los que pregonan servir!
Viendo el panorama, muchas personas se acantonan en sus vidas privadas, se consuelan con los grandes espectáculos de masas y se alimentan de los triunfos de sus equipos y estrellas triunfadoras. Es lamentable, pero comprensible. Sin embargo, nunca comprendí a los terapeutas que no conectan la transformación interior con los cambios del entorno social, ni a los buscadores espirituales que creen que con su simple toma de conciencia y sus prácticas es suficiente. Incluso Aurobindo, que se retiró de la política para convertirse en uno de los maestros espirituales más respetados del siglo XX, desde su retiro en su Ashram de Pondicherry estuvo al corriente de la Guerra civil española, hasta el punto de comentar favorablemente la personalidad del general Miaja, queorganizó la defensa de Madrid, y durante la Segunda Guerra Mundial apoyó activamente la causa aliada.
Andrew Cohen, filósofo espiritual estadounidense, afirma que “cualquiera puede tener la experiencia de una conciencia sin ego en la calma y soledad de la meditación profunda…, pero cuando se está verdaderamente liberado del mundo, surge una pasión revolucionaria y desenfrenada por su total transformación, que brota del corazón espiritual”.
Esta pasión es la que transparentan en sus artículos Leonardo Boff, Ken Wilber, Mayor Zaragoza, Dokushô Villalba, Vicente Merlo, Jordi Pigem, Raquel Torrent, Miguel Aguado y otros tantos autores, reunidos por Cristóbal Cervantes en el libro “Espiritualidad y Política. Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo” (Editorial Kairós). Después de leerlo, será difícil no encontrar las conexiones entre la política y la espiritualidad, que no forzosamente tiene que ver con la religión o las religiones, como muy documentadamente y con gran agilidad expone Agustín Pániker en “El sueño de Shitala. Viaje al mundo de las religiones. Del vuelo chamánico al ateísmo religioso, de la sonrisa del Buddha al camino de Santiago” (Kairós). Dos obras que han sido mis libros de cabecera el mes pasado y que han consolidado las hipótesis, vivencias y programa de vida que han ido marcándome desde hace tres décadas.
Ahora puedo lanzar con una “compulsión misteriosa y extática por transformar el mundo” (Cohen dixit) que ninguna política, ya se autocalifique de izquierdas o derechas, progresista o conservadora, puede transformar profundamente la realidad actual si no se espiritualiza. Si no considera su propia actividad como algo sagrado, si no toma conciencia de que la más mínima decisión en un lugar geográfico determinado y para un núcleo reducido de la población afecta a la totalidad del planeta y a todos los seres humanos. Acciones realizadas en momentos concretos se inscriben en la historia de la humanidad y del cosmos. Las fronteras son realidades temporales, pero el dolor y el gozo, la esperanza y el deseo de felicidad, la vida y la muerte no hacen distingos de razas, nacionalidades, ideologías ni creencias. Y como diría Miguel Hernández: "Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños". Una humanidad sin guerras, unida en su diversidad y colaborando en su infinita creatividad con un espíritu de equidad libremente asumida. Caminando junta hacia el punto Omega del paleontólogo y religioso Teilhard de Chardin: “una colectividad armonizada de conciencias”.
Alfonso Colodrón es terapeuta gestáltico y consultor transpersonal, da conferencias, talleres y cursos por toda España. Trabajó en la editorial Ruedo ibérico, exiliada en París. Durante varios años viajó por todo el mundo y se inició en el yoga, la meditación Vipassana y el Zen. Cocreador de tres comunidades ecológicas de desarrollo personal, ha traducido medio centenar de obras de psicología humanista y tradiciones orientales. Autor de varios libros, en las próximas semanas saldrá su último libro titulado "Hora de despertar. Política y espiritualidad en la vida cotidiana" (Ed. Kairós).
Enlace a su web alfonsocolodron.net
Artículo publicado en el número de marzo de la revista Espacio Humano