Manfred Max-Neef, La economía descalza, 1982, pág. 63.El tipo de desarrollo en el cual creemos y que buscamos, supone un humanismo ecológico integral. Ninguno de los sistemas actuales lo proporciona, ni tiene la capacidad de corregirse a sí mismo (para poder proporcionarlo) sin perder su identidad. Y, puesto que no creo que ninguno de los sistemas actuales pretenda auto-eliminarse, he dejado de creer en el valor de cualquier medida correctiva. Ya no se trata de corregir lo existente, esa oportunidad se perdió hace mucho tiempo. Ya no se trata de agregar nuevas variables a los antiguos modelos mecanicistas. Se trata de rehacer muchas cosas partiendo de cero y de concebir posibilidades radicalmente diferentes. Se trata de comprender que si el papel de los humanos es el de establecer los valores, el papel de la naturaleza es el de establecer las reglas. El asunto radica en pasar de la mera explotación de la naturaleza y de los más pobres del mundo, a una integración e interdependencia creativas y orgánicas. Se trata de llevar los sectores «invisibles» a la primera plana de la vida y permitirles que finalmente se manifiesten y «hagan lo suyo». Se trata de una redistribución drástica del poder, por medio de la organización comunal horizontal. Se trata de pasar de un gigantismo destructivo a una pequeñez creativa. Semejante sociedad eutópica que concibo inspirada en una filosofía política que yo identificaría (sólo para darle un nombre) como un «eco-anarquismo-humanista», consolida según mi criterio, muchas de las posibilidades para una adecuada solución del problema. Pero no puede haber nada definitivo ni permanente, incluso en este intento, porque frente a nosotros se extiende un futuro, más allá del futuro imaginable, que nos puede colocar frente a nuevas encrucijadas que nos obliguen a repensarlo y reconstruirlo todo de nuevo una vez más. (...) Debo declarar simplemente que no creo en ningún tipo de solución permanente. Todos los milenarismos han causado estragos. Mi proposición sólo se orienta a las condiciones actuales: la flexibilidad a largo plazo y la voluntad de cambios van implícitas en mi filosofía.
Algunas aclaraciones personales:
1) Un «eco-anarquismo-humanista» está muy bien, pero yo cambiaría "humanista" por una palabra más inclusiva, como "vegano".
2) La utilización del término "realista" en el título de este post merece cuando menos una pequeña explicación. Estamos acostumbrados a diferenciar entre propuestas realistas en un sentido positivo, como estas, y propuestas utópicas en un sentido negativo, como aquellas que requieren la consecución de un mayor número de pasos conceptuales y personales para ser llevadas a cabo. Pero si ser realista significa "actuar con sentido práctico o tratar de ajustarse a la realidad", entonces lo verdaderamente realista no puede ser un sistema basado en la sobreexplotación de los recursos, la mengua de la participación política y la dominación de unos seres sobre otros. Tal modo de vida va en contra de nuestras «necesidades fundamentales» como especie (págs. 237-238). ¿Veis, pues, que lo realista, lo práctico, se ha vuelto sinónimo de conservador en nuestro lenguaje? Es hora de que lo utópico, lo deseable, se vuelva sinónimo de realista.