¿Porqué florecen los almendros tan temprano?

Por Ireneu @ireneuc

Almendros en flor

Un árbol en flor es uno de aquellos espectáculos de la naturaleza que nos llaman poderosamente la atención por su belleza. El hecho de ver un cerezo, un almendro o un manzano florido nos está avisando de la inminente llegada de la primavera y nos llena el ánimo de alegría por lo que significa de dejar atrás los fríos y oscuros días del invierno. Sin embargo, al igual que nos deleitamos con ver la floración, nos sorprende el ver como una especie como el almendro se atreve a florecer a todo trapo prácticamente en mitad del invierno a pesar de ser extremadamente sensible a las heladas. ¿Se han vuelto locos? ¿Se les ha estropeado su reloj interno? Pues no. El almendro sabe perfectamente lo que hace, para desgracia de los agricultores que los explotan comercialmente.

Conocen el clima

El Almendro (Prunus dulcis) es un árbol típicamente mediterráneo originario de Oriente Medio y Mesopotamia que ha sido ampliamente utilizado para el consumo humano desde hace miles de años. En la península Ibérica fue introducido posiblemente por los fenicios y tanto tiempo en este clima ha hecho que esta especie se haya aclimatado a la perfección a las inclemencias meteorológicas de la ribera del mar Mediterráneo. Y aunque parezca mentira, esta floración tan tempranera es fruto justamente de ese profundo conocimiento de su medio ambiente.

Belleza arriesgada

A los agricultores, el hecho de que los almendros florezcan tan tempranos les resulta una auténtica fuente de quebraderos de cabeza, ya que si viene una helada furtiva en el peor momento, corren el riesgo de perder toda la cosecha de la temporada, con las consiguientes pérdidas económicas. No obstante, hemos de verlo desde el punto de vista del árbol, el cual, al fin y al cabo, es el que se tiene que encargar de sacar adelante su prole, por mucho que ponga los pelos de punta a no pocos cultivadores.

Almendras inmaduras

El clima mediterráneo destaca por inviernos templados y veranos cálidos y secos, lo cual hace que, al contrario de otras partes de Europa, el invierno no sea la peor estación del año sino que lo sea el verano. Como ejemplo sirva la gran cantidad de árboles típicamente mediterráneos que son perennes (olivos, encinas, cipreses, pinos...) teniendo incluso dos temporadas de crecimiento, una en primavera -cuando todos- y otra en octubre, cuando las lluvias otoñales vuelven a caer después de la durísima sequía estival. Y aquí es donde está el quid de la cuestión.

Fecha media de floración

Los almendros conocen a la perfección la dureza de las sequías veraniegas del área mediterránea, las cuales, en los años más duros, pueden prolongarse desde abril a agosto, afectando duramente a toda especie vegetal que no esté adaptada a esta situación. Los árboles, incluso los más adaptados, pueden llegar a perder sus hojas y a morir si la sequía se prolonga, e incluso adaptan sus ciclos reproductivos a esta climatología extrema.

Fruto maduro

Es en esta circunstancia que, conociendo la dureza del clima veraniego, el almendro decide florecer temprano para que, cuando llegue la época tórrida, la semilla ya esté desarrollada y sea viable. Y ello es así, porque el árbol prefiere arriesgarse a una posible helada más que arriesgarse a una más que segura sequía: estadísticamente hablando, es menos probable que se de una helada que afecte a la flor que una sequía prolongada que pueda llegar a matar incluso al árbol.

No siempre ganan

Efectivamente, el árbol lo tiene claro. La almendra tarda entre 5 y 6 meses en madurar y ser biológicamente activa, lo cual implica que floreciendo entre la segunda quincena de enero y la primera de febrero, la almendra estará madura entre junio y julio, habiendo aprovechado las lluvias de primavera y las temperaturas moderadas para desarrollarla. El riesgo está en que una helada mate la flor, pero teniendo en cuenta que la flor aguanta hasta -2.7ºC y que, por ejemplo, en la fachada costera catalana helaron menos de 15 días durante todo el año en 2012, se comprende la elección, máxime si contamos que una helada somera, tan solo afecta la floración y no la vida de todo el árbol, el cual es capaz de aguantar hasta -20ºC... pero ¿qué pasaría si el árbol retrasa su floración para evitar el hielo? Sencillamente, la catástrofe.

Árbol muerto por sequía

Si el almendro retrasase su floración (por ejemplo dos meses) evidentemente no tendría problemas con las heladas, pero la llegada de la canícula estival le engancharía con los frutos a medio hacer. En esta situación, el árbol, cargado de frutos, necesitaría un aporte especial de agua que no obtendría, ya que coincidiría con la época más seca del año. Ello provocaría que, por tener preparadas las semillas, el árbol quedaría prácticamente seco, lo que podría llevar a la pérdida del fruto y, lo que es peor, del árbol entero. Y es que la naturaleza es sabia, y en cuestión de priorizar, prioriza la vida de la madre ante la del vástago. Al fin y al cabo, una madre si pierde un hijo, puede engendrar otros hijos, pero si un hijo pierde una madre, no está claro que éste llegue a engendrar o convertirse en madre. Simple estrategia vital.

Almendras maduras

En definitiva, el almendro da preferencia a la vida del árbol a la del fruto, mientras que el ser humano que los cultiva prioriza el fruto al árbol. De esta forma, mientras que el almendro siga viviendo en donde vive, preferirá embelesarnos con su efímera belleza floral y arriesgarse a perder sus semillas antes que perder todo el árbol, aunque para ello tenga que poner los pelos como escarpias a los agricultores cada invierno.
Ellos fructifican; ellos deciden. No hay más.

Flor de almendro


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