Fecha: 18 julio 2014
Asistencia: 8.000 personas
Artistas Invitados:
Precio: Desde 35 euros
Portishead acuchillan a 8.000 personas en Madrid
Portishead no había actuado nunca en Madrid en sus 20 años de trayectoria. Tal irrelevante dato se hizo carne en unas 8.000 personas abarrotando el Palacio de los Deportes para rendir pleitesía a unos de los papás del trip-hop, lo cual quiere decir también que los treinteañeros capitalinos estaban este viernes de celebración. ¡No faltaba ni uno! Eso sí, que fueran capaces de decir un par de títulos de canciones ya era más complicado, pero como esto no es una competi, tampoco pasa nada. ¡Celebrate!
De hecho, asistir a un recital de los de Bristol te hace comprender que no se trata de canciojes, sino de emociones. Hipnótico es por supuesto un adjetivo recurrente, pues tampoco es del todo habitual ver a miles de personas asistiendo a un concierto sin moverse ni un pelo, boquiabiertas, ojipláticas, tratando de paladear cada acorde, degustar cada arreglo y ¡escuchar! cada nota. Ni karaokes, ni leches, esto es otra cosa, esto sangra y mola.
Con un cancionero más bien rácano, con tres discos en dos décadas, Portishead tampoco es que en directo arriesguen, puesto que llevan años repitiendo la misma (infalibe) fórmula, a pesar de ello siempre con satisfactorios resultados (en realidad muchos repiten y repiten, tampoco hay que alarmarse). Un directo de Portishead es el navajazo en el corazón por el que todos desearíamos desangrarnos.
La maquinaria se pone en marcha con los vúmetros en rojo y 'Silence' y 'Nylon Smile' petando bien duro antes del primer gran momento de la velada con 'Mysterons'. Suenan 'The Rip', 'Sour Times' y 'Magic Doors', todas ellas con unos visuales cuidados y creados para generar todo tipo de emociones. Música e imagen de la mano para crear vida en un coito de lo más profiláctico, para nada interruptus.
Y entonces llega el momento más sublime de la noche con una versión minimalista de 'Wandering Star', que acentúa la atormentada fragilidad de Beth Gibbons al mismo tiempo que acentúa su capacidad para conectar. No deja de resultar destacable que la capacidad de Portishead para transmitir se mantenga intacta con la atronadora maquinaria apagada, lo cual sin duda dice mucho de un cancionero que está ahí, en letargo, y que tiene chicha más allá de la arquitectura sónica que entra en un primer vistazo. [Fotos de Javier Rosa].
Con el público ya conveniente e irremediablemente hipnotizado y sodomizado, prosigue el recital con 'Machine Gun', 'Over', la gloriosa 'Glory Box', 'Chase de Tear', 'Cowboy' y 'Treads', momento en el cual la banda se da un respiro antes de regresar para un único bis que termina de apuntalar la edificación emocional con 'Roads' y 'We Carry On'.
Una quincena de canciones con un minutaje un tanto rácano que, a pesar de ello, contentó a los parroquianos deudores de la música noventera, que a estas alturas ya no contaban con verse a sí mismo disfrutando de Portishead en la capital. Respuesta entusiasta, por tanto, ante una banda de elegancia desbordada y propuesta incisivamente sensitiva. Porque ¿quién no querría morir acuchillado en los brazos de cualquiera mientras suena Portishead? Una vez superado el umbral del dolor soportable sólo hay paz, que lo sepáis.