Mariano Rajoy aparece hoy en diferentes medios hablando con su homólogo finlandés, Jyrki Katainen, al que explica cómo la futura reforma laboral le va a costar una huelga general, la primera de su legislatura. En el ambiente distendido que suele caracterizar últimamente los encuentros de los jefes de Estado de la UE , parece creer Rajoy que una huelga general dará tranquilidad a los mercados: alimentáos, dioses, de los hombres y mujeres que traigo en sacrificio y bebed de las medidas que, de tan duras, los ciudadanos que tanto me quieren protestan. A más descontento social, más seguridad de que la reforma será ejemplar. Rajoy calla aquí, pero se vanagloria ante sus colegas europeos de lo magro que se va a poner el asunto y del estoicismo con que él, el elegido, afrontará su destino, al tiempo que paga religiosamente el impuesto de sucesiones por la herencia recibida, como un daño colateral que hay que sobrellevar con entereza. Es el posado robado de Rajoy en Bruselas, el primero del invierno, en una charla casual en apariencia. Un intérprete traduce al finlandés las palabras de Rajoy, pero no hay traductor que valga para un Rajoy-castellano que dote de contenido y significado unas palabras que avanzan la tormenta, pero están faltas de contenido y se pierden en el murmullo de la sala.
El posado: