Esta nueva Evil Dead es toda una metáfora en sí misma: un fin de semana terrorífico para ahogar y acabar destruyendo el oscuro pasado. Entre tanto, noventa minutos de pura diversión al servicio de esta (tópica, sí, pero bien llevada) historia de hermanos y drogodependencia. El debutante Fede Álvarez coquetea con la comedia (algunos momentos son pura genialidad, sobre todo, en su tramo final), el drama familiar y, por encima de todo, con el gore más descarnado. No hay límite. Cuando uno piensa que lo ha visto todo, llega algo más fuerte y doloroso. El plato final es aún más increíble.
La película deberá enfrentarse a las acusaciones previas de su condición de remake. Cierto que la deria de revisionar los clásicos empieza a ser cansina, pero aquí el resultado final vale mucho la pena. Es igual que su antecesora, pero con diferencias notables, cuyo mejor cambio es la mayor definición de sus personajes y el contenido dramático de la historia. No estorba, al contrario, engrandece el conjunto.
Posesión infernal (Evil Dead) es uno de los mejores remakes del cine reciente. Un divertimento perjudicado por su poca vocación en innovar, los prejuicios ante ella y su reducido público potencial. Su mayor logro es evitar las bajadas de ritmo, ante la más que probable reiteración de los cánones del género, y es más, logra subir como la espuma en un final pletórico. De los que no se olvidan. Con este cóctel es imposible no pasárselo bomba en el patio de butacas. Reír y estremecerse. Un placer.
Lo mejor: Sus últimos 30 minutos, un festival entre la carcajada y la diversión máxima
Lo peor: Desgraciadamente es un festival destinado a un público reducido
Nota: 7
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