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Posibilidades de que exista materia orgánica en Marte

Publicado el 14 noviembre 2014 por Rafael García Del Valle @erraticario

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En un artículo no muy lejano, se hablaba de la posibilidad de vida en Marte, a partir del descubrimiento de nubes de metano que han sido atribuidas a errores de medición. Otras varias misiones a Marte descubrieron en su día la presencia de sustancias químicas que, normalmente, son el resultado de procesos orgánicos. Hasta el momento, la tendencia prudente y generalizada ha sido admitir que se trata de errores y contaminaciones terrícolas.

Ahora, un equipo de científicos ha descubierto que un meteorito encontrado en la Tierra produjo clorometano a partir de materiales orgánicos procedentes del espacio. Según la investigación, el clorometano detectado en Marte podría tener su origen en los incontables aerolitos acumulados en la superficie del planeta rojo.

En 1976, la sonda Viking I fue la primera en recoger muestras de clorometano en Marte. Su compañera, la Viking II, halló por su parte diclorometano, otro componente resultado de procesos orgánicos. Los científicos acordaron que, en ambos casos, se había producido algún tipo de contaminación terrestre, ya que las muestras eran muy escasas.

En 2008, un equipo de la Universidad Autónoma de México le echó un vistazo a los resultados que se obtuvieron de la misión Viking, después de que la sonda Phoenix descubriera perclorato en el lugar estudiado, cerca del polo norte marciano. El perclorato es una sal relacionada con la combustión de materiales orgánicos que reacciona cuando se calienta entre 200 y 500 °C y destruye los componentes orgánicos, transformándolos en otro, el clorometano. Los científicos concluyeron entonces que tal habría sido la causa de las muestras halladas por las Viking.

Así, el clorometano y diclorometano confirmarían la existencia de materia orgánica y que, de haberse valorado la existencia de perclorato en el suelo, se había producido una pérdida y transformación de otros componentes orgánicos destruidos en el proceso. Al privilegiarse la opción de la contaminación, todo quedó en el olvido.

Según Christopher McKay, que colaboró con el Centro de Investigación “Ames” de la NASA en California para revisar los resultados que la sonda obtuvo en 1976: “Si el equipo de la misión Viking hubiera dicho “vale, es posible que haya perclorato en el suelo”, todo el mundo les hubiera llamado locos –¿por qué iba a haber perclorato en el suelo? Fue únicamente tras extraerlo con la Phoenix cuando no tuvimos más remedio que concluir que había perclorato en el suelo… Una vez que te das cuenta de que está ahí, entonces todo cobra sentido”.

En estos dos últimos años, el Curiosity también ha detectado clorometano. De nuevo, los científicos dicen que se trata de contaminación terrestre. ¿Por qué? Muy sencillo: el clorometano es un síntoma de procesos orgánicos; no hay tales procesos ahí fuera; ergo, el clorometano hallado ahí fuera no puede haber sido hallado ahí fuera.

Se antoja que algo falla en esta presentación lógica, pero no es este lugar ni momento para desmentir el modo de razonar de los adalides de la objetividad y sus socialmente respetados y admirados palafreneros, aquellos que defienden la realidad de una ciencia ajena a las ideologías y convenciones de su tiempo.

Frank Keppler, bioquímico de la Universidad de Hiedelberg, tampoco debe tener muy claro el argumento lógico defendido por sus colegas durante las últimas cuatro décadas, así que ha estudiado el meteorito de Murchison, un pedrusco que se estrelló sobre Australia en 1969, y ha razonado por su cuenta y riesgo que estaría bien repetir los experimentos fallidos a causa de no se sabe qué contaminación; así que ha calentado la roca en cuestión hasta 750 grados centígrados, que es lo que hicieron las Viking y el Curiosity, y ha logrado detectar clorometano. Y, esta vez y nuevamente, sin posibilidad de contaminación terrestre; los isótopos del nitrógeno y el carbono presentes en las moléculas de clorometano no encajan con los que aparecen en la Tierra.

Según Keppler, su experimento demuestra la existencia de materia orgánica en Marte. Por supuesto, la presencia de componentes orgánicos por sí sola no garantiza la existencia de vida, pero tampoco la puede excluir, ni mucho menos ignorar la posibilidad, que parece haber sido la tónica general.

De hecho, y debido a este desprecio, el Curiosity no cuenta con los instrumentos necesarios para repetir la prueba sobre el terreno marciano, pero una próxima misión debería tomarse este asunto más en serio de lo que hasta ahora se lo han tomado los defensores de la ingenua e ilusa asepsia cognitiva, que es lo que viene a concluir el equipo de Hiedelberg con otras palabras.

La materia orgánica se ha mostrado como algo común en asteroides y cometas procedentes de los suburbios del Sistema Solar, el misterioso cinturón de Kuiper, del que se estima forman parte unos cien mil cuerpos celestes. El hecho de que el espacio esté plagado de rocas cargadas con los componentes básicos para la vida, y de que tales componentes pudieran haber llegado a lugares como Marte, incrementa sobremanera las posibilidades de vida más allá de la Tierra.

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