Post-it! #097

Publicado el 08 febrero 2016 por Kyrylys @marKapaginas
La Pregunta:

¿Prefieres descripciones detalladas del físico o que sólo haya descripciones del carácter de los personajes?

Ésta es una pregunta de esas que hasta que me las formulan ni me las planteo. Y entre eso y que la medicación que me han dado para la gripe me deja muy grogui y no puedo ponerme a hacer una investigación y estoy casi sin memoria voy a contestar de una forma muy poco precisa: me da igual.
Si, la verdad es que creo que me da lo mismo, como digo ahora no puedo acordarme de ejemplos concretos de novelas en las que no se menciona la descripción física del protagonista o que describan un par de rasgos como mucho. Creo que no llego a percatarme del todo cuando un personaje aparece en mi cabeza tal como lo describe el autor o tal y como me lo imagino yo "porque sí". Lo que si me da rabia (y me ha pasado unas cuantas veces aunque no me acuerde ahora de ningún título en concreto) es cuando el autor tarda en describir un rasgo fundamental, de esos que notas a simple vista cuando ves a alguien por primera vez y que quieran o no otorgan un rasgo muy distintivo del personaje y ningún personaje (o él mismo) hace referencia a ello hasta casi el final del libro, cosas como el color de piel o de pelo, o alguna cicatriz visible o la altura mismamente si es más alta o baja que la media. Y creedme da mucha rabia imaginar un personaje moreno o caucásico durante el 80% de la novela y luego resulta que no; que es rubio o que es negro. O imaginarte a alguien con el pelo largo y que luego lo tenga cortado a cepillo. A mi me resulta un tanto frustrante y por lo general el personaje que he imaginado se resiste a las modificaciones.
Así que en ese caso prefiero que la descripción aparezca al principio; pero quitando la cuestión del rasgo distintivo el resto me da igual que aparezca o no o que se detalle o se deje a la imaginación.
¿Y vosotros qué preferís?
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La cita:
—¿Claire? ¿Estás bien, amor mío? —¿Si «yo» estoy bien? ¡Por Dios, Jamie! —Las lágrimas humedecieron mis pestañas y parpadeé con fuerza. Jamie alzó la mano sana despacio, como si estuviera encadenado, y me acarició el cabello. Me acercó hacia él pero me aparté. Por primera vez, tuve conciencia de mi aspecto: la cara arañada y cubierta de savia de árbol y el pelo tieso y manchado con substancias innombrables. —Ven aquí —dijo—. Quiero abrazarte un momento. —Pero estoy llena de sangre y vómito —protesté mientras hacía un esfuerzo inútil por atusarme el cabello. Jamie resolló. La débil exhalación era todo cuanto las costillas rotas le permitían a modo de risa. —Por el amor de Dios, Sassenach, la sangre y el vómito son míos. Ven aquí.
Forastera (Diana Gabaldon)