Post mortem

Publicado el 31 octubre 2017 por Mda


Vetusta Blues. -

“Post mortem”


Un ensalmo maravilloso sucede cuando alguna celebridad muere: pasa a ser candidato a canonización rápida, a que se le dedique una estatua en su ciudad, a convertirse en alguien que no era, como en esa calabaza del cuento de “Cenicienta”, pero en la versión hipócrita y tontuna de este mundo dislocado que nos ha tocado vivir y, en demasiadas ocasiones, padecer.
Y así nos encontramos, en esta banalización de los valores, en esta degradación de lo real, en esta carrera loca por dar la nota, por vender o por un “me gusta” en las redes sociales, en la entronización de un siniestro personaje que campó a sus anchas por las calles de Oviedo durante dos décadas y media. Hasta hay quien, en la espiral de imbecilidad, guayismo y -repito- hipocresía llega al terrible dislate de pedir una estatua para José Manuel Manzano García, individuo que encarnaba la maldad hasta la raíz de su pequeño cuerpo. Como la memoria de pez es otro de los signos de estos tiempos, muchos lo habrán visto decrépito, destrozado por sus adicciones y, probablemente, por el mal que le llegaba a alcanzar a sí mismo en su putrefacción, en estos últimos años como un pobre ser humano. Algunos buenistas querrán creerse una imagen muy alejada de lo angelical, olvidando sus tiempos de gloria, de recaudaciones semanales que rebasaban el salario de muchos honrados trabajadores en un mes, de trapicheos, de delaciones, de palos los fines de semana en el Oviedo Antiguo a todo adolescente que pillase a mano, de acoso a mujeres, de montar su oficina de trapicheo en el estanque bajo el palomar del Campo de San Francisco, de tantas y tantas felonías.
Algunos lo quieren comparar con un pícaro de esta época. Perdón, pero no. Su fondo era maligno. Siempre lo fue y hasta las personas que tuvieron la desgracia de compartir su último aliento -enfermeras y médicos- son testigos de ello. Aunque callen, por profesionalidad y por su entrega que no entiende de razas ni de cunas. Porque sí, alguien podrá recordar los humildes ancestros del señor Manzano, pero eso no excusa para nada. La maldad anida en todas las clases sociales y no entiende de cunas ni de circunstancias. Es algo que se lleva dentro y este individuo al que algunos imbéciles, hipócritas pretenden que se le erija una estatua llevaba la perversidad en su ser. Hasta la última maldición que, decrépito, te enviaba. Al que no lo entienda, le remito al extraordinario libro “Psychokillers” de mi buen amigo Jesús Palacios.
Oviedo cuenta con muchas personas que merecen ser destacadas. La última, José Manuel Nebot, que nos dejó horas después, ejemplo de coherencia con sus ideas. Pero también médicos, enfermeras, profesores, escritores, que han mostrado bondad, solidaridad con los suyos, que han entregado una parte de sus vidas por el bien de su ciudad y de la existencia de todos. Quien pretenda poner a José Manuel Manzano como ejemplo de la dureza de la vida no sólo no sabe sino que insulta a tanta gente necesitada que habita hoy las calles de mi ciudad, de cualquier ciudad. A esos que con su hipocresía pretenden llevarlo a los altares, que piden una estatua, que tratan de vendérnoslo como un ser entrañable o como una víctima de la sociedad, les recomiendo que, al salir del supermercado, miren a los ojos de esas personas que permanecen sentadas necesitando una moneda, una palabra, una sonrisa, un mínimo ánimo para seguir adelante en su dura, inhóspita travesía vital.
MANOLO D. ABADPublicado en el diario "El Comercio" el martes 31 de octubre de 2017