El caso es que llevamos 48 horas de otoño, la que es sin duda mi estación favorita. El otoño es el reset de la naturaleza, el reset de curso, el reset de la vida. Empieza un ciclo nuevo, hasta se nos cae el pelo para luego salir con más fuerza. No sé si será la luz, la temperatura o un rollo astral por aquello de que soy Libra, pero desde luego ésto sí que es vida.
Aunque por mucho que adore el otoño he de ser sincera con el verano y dedicarle un post. Y es que éste año, pese a el infernal calor que hemos tenido, se ha portado bastante bien conmigo.
El verano me ha regalado algunos momentos irrepetibles y no quiero ser desagradecida ni que se me olviden. Éste será siempre el verano en que Alejandra empezó a andar, el de su arenero, el de sus primeros baños, el de la primera vez que vio el mar... "el maaaaaaaaaaaar" como dice ella.
Tengo un trauma con el mar. Fruto de tener un pueblo en mi vida pisé la playa por primera vez a los casi 15 años y tengo una relación de respeto/fascinación por el mar. A la peque eso no le podía pasar y allí estaba ella, en el Cantábrico, a los 16 meses.
Éste será el verano de Cantabria, de Burgos, de Peñíscola, de Chinchón y Manzanares el Real, el verano del pueblo... y todos esos sitios se visitan con otros ojos gracias a Alejandra. Y el verano se afronta de otra forma gracias a ella.
Tenemos muchos veranos por delante... pero ahora tenemos que poner la vista en éste otoño de nuevas aventuras.
Feliz otoño a todos, donde quiera que estéis.