Siempre que se acercan las fiestas navideñas evoco el tiempo en que solía escribir tarjetas a mis compañeras de clase. De esto hace más detreinta años y seguramente fue una costumbre que se mantuvo durante tres o cuatro cursos pero, como todo lo que ocurre en la niñez, lo viví deuna manera muy intensa e ilusionante. Antes de que llegaran las vacaciones de Navidad, al salir de la escuela me acercaba a una papelería a buscar unas cuantas tarjetas navideñas. Tenía que elegir una cantidad limitada a unas pocas compañeras, pero eso no quitaba ilusión a la tarea de escoger, de la cajita que me ofrecía la dependienta, siete u ocho felicitaciones navideñas para mis amigas.De pie, apoyada en un rincón del mostrador, iba pasando las distintas postales hasta que veía una que me gustaba y la separaba del resto dejándola sobre el tablero. Solía llevarme las que representaban escenas de pastorcillos, dibujadas con trazos redondeados que daban a las caritas de niños y angelitos una expresión muy tierna. Generalmente eran las de Joan Ferràndiz, aunque también me gustaban mucho las de Constanza y las de Vernet.
Una vez hecha la elección me volvía a casa pensando en lo que escribiría a cada una, ya que al día siguiente las entregaría en mano. Esos días previos a la navidad, antes de que comenzaran las clases o al terminarlas, solíamos sacar las postales de la cartera y las repartíamos. Es curioso, pero no recuerdo cómo eran las que yo recibía.Sólo me ha quedado grabado en la memoria el hecho de la elección, las ilustraciones y aquella papelería que ahora es una tienda de telefonía.Seguramente me debían enviar el mismo estilo de tarjetas, porque a todas nos gustaban las postales de Ferràndiz y las de los ilustradores que dibujaron los cuentos de nuestra infancia. Unos artistas de los que ahora poco sabemos, a pesar del color que pusieron en nuestras primeras lecturas: ‘Constanza’, nombre artístico de Constanza Armengol que ilustró cuentos clásicos y populares a lo largo de más de 40 años; Juan Vernet, ilustrador infantil y autor de numerosas tarjetas navideñas y de Primera Comunión; y Carlos Vives, diseñador gráfico que desarrolló gran cantidad de postales navideñas tridimensionales.
Esta costumbre que ahora evoco se remonta a mucho tiempo atrás, concretamente a 1843. En aquellos lejanos días la gente solía intercambiar felicitaciones escritas a mano, una tarea que precisaba de un tiempo que Henry Cole, funcionario y diseñador inglés, no tenía. Así que se le ocurrió que podía diseñar una postal con un mensaje de felicitación y luego enviarla a todos sus familiares y amigos. Con ese objetivo, encargó al pintor John Calcott Horsley que dibujase una escena navideña para poder reproducirla en una imprenta añadiendo una frase de buenos deseos. Horsley elaboró un tríptico consistente en dos paneles laterales, uno representaba el acto de caridad de vestir al desnudo y el otro el de alimentar al hambriento, y una ilustración central que mostraba a una familia disfrutando alegremente de las fiestas. Bajo la imagen estaba impresa la frase: 'A Merry Christmas and a Happy New Year To You'. La postal navideña acababa de nacer.
Pero, a pesar de eso, las tarjetas de Navidad siguen despertando añoranzas y pasiones. Durante años han sido muchos quienes las han coleccionado con afición. El Museo Británico conserva la gran colección de christmas que reunió la reina Maria de Inglaterra, y las postales navideñas de la llamadaedad de orode la impresión (1840-1890) han llegado a alcanzar elevadas sumas en lassubastas. En diciembre de 2005, por ejemplo, una de las tarjetas originales de Horsley fue vendida en casi 9000 libras.Un posible resurgir de la postalSin embargo, aunque oscuros nubarrones se ciernen sobre el futuro de la tarjeta navideña, aún quedan motivos para la esperanza. Hace apenas un año la ilustradora y profesora de dibujo Laia Codina escribió esta entrada en su blog en la que mostraba una selección de su colección de tarjetas de Navidad y explicaba el origen de sus propios christmas. Según cuenta, empezó a dibujarlos para felicitar a sus amigas del colegio y, salvo alguna interrupción, ha continuado con la tradición hasta el día de hoy. Las primeras postales “handmade” de esta artista que firma como Cucatraca aparecieron en época de la EGB, concretamente en los 80. En clase eran casi 40 niñas y como apenas tenía recursos económicos tuvo que ingeniárselas para corresponder a las tarjetas navideñas que recibía de sus compañeras. Así que puso en práctica una técnica consistente en copiar algunas de sus ilustraciones preferidas y pasarlas a tinta. De esta manera confeccionaba una especie de catálogo de christmas para poder escoger luego un dibujo a gusto de la futura destinataria, fotocopiarlo en cartulina blanca y, finalmente, colorearlo a mano.
Desde un primer momento, Laia se sintió atraída por el cuento que inspiró a Tchaikovski para componer su ballet "El Cascanueces". Esta obra se convirtió en su particular obsesión, especialmentedespués de haber descubierto en la biblioteca el álbum ilustrado por Roberto Innocenti. Del primer capítulo llegó a hacer hasta 3 versiones diferentes componiendo su particular trilogía de postales de navidad de "El Cascanueces", la última de las cuales la realizó bajo la supervisión de la ilustradora Mariona Cabassa.
SílviaTarragó Castrillónes escritora y ha sido librera durante 14 años. Su primera novela, La veu del roure, se publicó el año 2009 tras ganar el Premio de Narrativa Juvenil de la Vall d’Uixò. Con anterioridad ya había publicado un libro de relatos y dos poemarios. Su obra más reciente son los dos primeros volúmenes de la serie juvenil Top Fairies que publica la editorial Edebé.