Con el post de hoy doy por finalizada la serie iniciada con las postales literarias que no ha sido otra cosa que una síntesis de cada una de mis lecturas estivales. Alguna de ellas eran asignaturas pendientes como los clásicos Cumbres Borrascosas o Rayuela; otras salieron sin más a mi paso como el poemario El puente de Mª Victoria Atienza, cuyos versos me hicieron rememorar aquel inolvidable viaje que hice a Praga hace ya algunos años. La librería ambulante es una de esas novelas que nos encantan a los bibliotropistas pues es una loa a los libros y al poder de transformación que la lectura ejerce sobre nosotros. Pero de todos ellos si me he de quedar con alguno, éste es La noche del oráculo de Paul Auster, pero de él ya hablaré en otra ocasión pues su arquitectura literaria, el armazón que compone la novela, es tan complejo como atrayente y se merece dedicarle un post en exclusiva. Así que la próxima vez nos vemos en Brooklyn con Paul Auster.
Con el post de hoy doy por finalizada la serie iniciada con las postales literarias que no ha sido otra cosa que una síntesis de cada una de mis lecturas estivales. Alguna de ellas eran asignaturas pendientes como los clásicos Cumbres Borrascosas o Rayuela; otras salieron sin más a mi paso como el poemario El puente de Mª Victoria Atienza, cuyos versos me hicieron rememorar aquel inolvidable viaje que hice a Praga hace ya algunos años. La librería ambulante es una de esas novelas que nos encantan a los bibliotropistas pues es una loa a los libros y al poder de transformación que la lectura ejerce sobre nosotros. Pero de todos ellos si me he de quedar con alguno, éste es La noche del oráculo de Paul Auster, pero de él ya hablaré en otra ocasión pues su arquitectura literaria, el armazón que compone la novela, es tan complejo como atrayente y se merece dedicarle un post en exclusiva. Así que la próxima vez nos vemos en Brooklyn con Paul Auster.