Postre de almendras, dátiles y frutos rojos (sin cocción, sin lácteos, sin huevos, sin grasas animales, sin harinas, sin gelatina)

Por Bouquetgarni
¡Hola! ¿Cómo han estado todo este tiempo que no asomé ni las narices por estos lados? Espero que muy bien, que hayan disfrutado de su descanso de invierno o de verano, o que, al menos, hayan sido muy felices. Aquí estamos de vuelta al ruedo, después de algunas semanas de descanso, vacaciones, poner la mente a punto, las ideas tranquilas, lograr un estado zen (tan zen que casi sería como flotar en el mismísimo mar de la paz interior y el equilibrio absoluto; léase en tono irónico)... Pero, no. La verdad es que las vacaciones y el descanso tan merecido no resultaron ser todo lo que esperaba-deseaba-anhelaba-necesitaba. ¡Así es la vida! Es que estoy en crisis. No es la crisis de la edad. No, no. Tampoco es la crisis existencial del cliché. Es una de mis tantas crisis. Les explico para que me comprendan mejor: Cada tanto la cabeza (o el corazón, y, en ocasiones, los dos juntos; ésas son las peores crisis) me hace "clácate" y empieza a correrme por todo el cuerpo como un cosquilleo que, tras algunos días de incomodidad y perseverancia, me obliga a prestarle atención. ¡Zas! La crisis se hace presente, porque se conceptualiza, y empieza a inundarlo-cubrirlo todo. 
A esta altura (si no salieron corriendo aún Jajaja), deben estar poniendo cara de no entender nada; deben estar preguntándose si tendré algún descontrol o desbalanceo hormonal+vitamínico por esto de ser vegetariana (con un pie, cada día más, en el veganismo), si me habré insolado o si la falta-abstinencia de redes sociales me tiene a maltraer... Sin embargo, estar-sentirse-saberse en crisis no es nada malo (por lo menos, no lo es para mí). Mi profesor de Historia de la Cultura (una de mis materias preferidas de mi carrera en la facultad), un hombre que nos hizo abrir la cabeza y reflexionar sobre mil cosas con una capacidad, conocimiento y sabiduría enormes, siempre decía: "La crisis es el motor del cambio" y esa letanía me persigue (les diría que, incluso, antes de conocerla Jajajaja). La crisis para mí es un gran motor que me permite dibujar oportunidades, corregir el destino que está llevando mi GPS interno, permitirme dudar, cuestionar y debatir sobre asuntos desde efímeros y triviales hasta los más profundos y serios. En ese camino estoy en este momento. No sé hacia dónde me llevará, ni cuáles serán las conclusiones-definiciones-alternativas que surgirán al atravesarla... 

Eso sí, mi relación con la cocina y el mundo de las recetas no está en crisis en absoluto, y tampoco lo estuvo durante estas vacaciones (momento en el que aproveché para perfeccionar-desarrollar-trabajar en algunas recetas e ideas nuevas que iré presentándoles en esta segunda mitad de año). Por eso, dejo de contarles y enrollarlos con mis cosas Jajaja ;) y voy directamente a presentarles la receta de esta semana: Me despedí con una preparación dulce y, creo, que lo mejor para darles la bienvenida será otra receta dulce (¡Ah, sí! Aquí nos damos los gustos a todo lo grande Jajajaja). En esta ocasión, se trata de un postre exquisito, bien cremoso y muy fácil, que no necesita cocción y que - como les anuncio en el título - no contiene lácteos, ni huevos, ni grasas animales. Sólo un poquito de trabajo, que tampoco es mucho, y a disfrutarlo (porque dura poco; yo sé lo que les digo).
Es sano, muy sabroso, se prepara bastante rápido (aunque tiene algunos pequeños pasos previos antes de meter mano en la preparación propiamente dicha), también tiene algo de magia química (¡Tranquilos! De la sana) y cuando nos queremos dar cuenta, llevamos a la mesa un señor postre con poquitos ingredientes. ¿Nada mal, cierto? ;) La receta está basada en el Pastel de frutos rojos y chía, presentado en Mamá bio.

Unas 4-5 horas antes de comenzar con la receta propiamente dicha, poné en remojo en agua potable unos 200 gramos de almendras con piel. Hacé lo propio con 200 gramos de dátiles deshidratados y sin huesos, pero en un rico sin azúcar ni endulzante (yo utilicé Earl Grey porque me encanta el perfume y sabor a bergamota que aporta a las preparaciones). Eso sí, no es necesario que remojes los dátiles por tanto tiempo; con 40-60 minutos estará muy bien. 
Luego de ese período, escurrí los dátiles, cortalos en trozos y reservalos. Entretanto, hacé lo propio con las almendras, enjuagándolas y colocándolas (sin líquido alguno) en la procesadora, mixer o minipimer. Agregá los dátiles y procesá hasta obtener una mezcla o pasta más o menos consistente. Volcala en un molde apto para heladera/nevera/refrigerador haciendo presión con el envés de una cuchara o con una espátula para que quede una capa lo más compacta posible (como cuando hacemos la base de una cheesecake/tarta de queso, con la salvedad de que, en este caso, no se trata de una mezcla sólida como lo es el polvo de las galletas molidas). Luego, cubrí el molde con papel film (para evitar cualquier contaminación) y llevalo al frío por unas 2-3 horas.

Una vez que la primera capa (o capa base) del postre tomó suficiente frío, comenzá con la segunda: la cobertura de esta preparación. Para ello, colocá en el vaso de la minipimer, en la procesadora de alimentos o en la licuadora unos 400 gramos de frutos rojos descongelados o frescos bien escurridos (en mi caso, utilicé arándanos y frambuesas). Procesá hasta obtener una crema y añadí 4 cucharadas de semillas de chía y 3 cucharadas de semillas de amaranto
Mezclá bien para integrar las frutas y las semillas, y dejá en reposo unos 5-10 minutos.

En ese tiempo, se producirá la magia: La crema de frutas y semillas se transformará en una preparación gelatinosa, algo densa, con cuerpo, bien cremosa. Entonces, agregale 3 cucharadas de arrope de chañar (puede ser miel de maple, de abejas, de caña, de agave, arrope de tuna, de miel, uva...), mezclá bien y volcá sobre la base de dátiles y almendras ya fría, dejándola lo más pareja posible, generando, así, dos capas bien definidas en colores y apariencias (como si fuera una cheesecake).

Llevá nuevamente al frío (cubierto con papel film) por, al menos, 12 horas más. Lo ideal es preparar el postre y dejarlo descansar de un día para otro antes de servirlo, acompañado con una bocha de helado de crema (puede ser vegano o el de tu preferencia). 
Mantené el postre en la heladera/nevera/refrigerador hasta el momento de servir. Esto garantizará que quede con la textura ideal: cremoso, pero bien sostenido y fresco.



Algunas observaciones y recomendaciones finales: Para realizar esta receta, se puede emplear cualquier fruta de estación o congelada que deseen. Para ello, sólo deberán lavarlas muy bien y cortarlas en trozos, sin carozos/huesos, pieles/cáscaras ni semillas (en caso de ser frescas) o descongelarlas y escurrirlas muy bien (en caso de estar congeladas).
Como ya indiqué, el arrope de chañar (reemplazo ideal como endulzante, típico del Noroeste de mi país) puede reemplazarse por el arrope que más les guste (de tuna, miel, uva...) o la miel (vegetal o animal) de su preferencia (miel de maple, de maíz, de caña, de agave...).
Las almendras de la capa base del postre pueden sustituirse por castañas de cajú/anacardos. Sólo recuerden activarlas, poniéndolas en remojo del mismo modo que con las almendras.
Para acelerar los procesos, pueden llevar el postre al freezer. Pero, para mantenerlo antes de servir, lo ideal es dejarlo en la heladera/nevera/refrigerador. 
El helado de crema puede sustituirse por helado de vainilla, crema americana o de mascarpone, crema de leche (o vegana) batida o yogur griego. Si utilizan sólo frambuesas o frutillas (o una mezcla de ambas frutas) también pueden acompañar con helado de chocolate o de vainilla granizado (con pedacitos de chocolate).

Por último, les recuerdo que las semillas de chía contienen 2 veces más potasio que las bananas/plátanos, 3 veces más hierro que las espinacas, 2 veces más proteínas que otras semillas, 3 veces más antioxidantes que los arándanos y 5 veces más calcio que la leche. Además, contienen manganeso (que contribuye en nuestro metabolismo, incrementando el colesterol "bueno", conservando nuestros huesos, y cuidando nuestras funciones cerebrales y nerviosas), cobre (que ayuda en la formación de glóbulos rojos y a fortalecer nuestro sistema inmunológico), niacina (o vitamina B3, que contribuye a reducir el colesterol "malo"), zinc (que mejora el sistema inmunológico, es un gran antioxidante y ayuda a la absorción de nutrientes) y boro (que previene la osteoporosis y contribuye a mantener la salud de nuestros huesos). Asimismo, son la mayor fuente vegetal de Omega-3 que favorece y fortalece nuestro corazón. 


La capacidad de absorber humedad/agua de las semillas de chía, a causa de su fibra soluble, es el recurso secreto para generar magia en esta receta, convirtiendo en una sustancia gelatinosa a la mezcla de fruta procesada que ponemos en contacto, por algunos minutos, con ellas. De este modo, no es necesario utilizar gelatina o agar-agar para obtener un postre de frutas sostenido, a la vez que cremoso.

En definitiva, la propuesta de hoy es realizar un postre delicioso, que se deshace en la boca, con algo de crujiente aportado por las semillas de amaranto (que también se lucen con su color), no muy dulce (bueno, con el dulzor justo, ni mucho ni poco) y muy sencillo. Sin cocción, sin lácteos, sin grasas animales, ni huevos. Ideal para dar cierre a cualquier comida (incluso formal), tanto en verano como en invierno; para sorprender a todo tipo de comensales, porque es de esas recetas de dar a comer primero y contar de qué se trata después (para evitar prejuicios o caras raras) porque nadie se le puede resistir ;)

Pruébenlo y me cuentan qué les ha parecido. Nos vemos la semana próxima. ¡Pásenla muy bien, disfruten de la vida junto a sus seres amados y experimenten en la cocina!

Textos y fotografías: ©Bouquet Garni Recetas