Pero esto no es sólo entre adolescentes. También en los más adultos se advierten unas pautas de comportamiento que apuntan a lo que yo decía en esta otra entrada sobre la pura apariencia, y que hoy en día se las ha dado el nombre de "postureo". El que posturea por lo general lo realiza de cara a la sociedad que le rodea, ostentando un orgullo y una importancia de la que en muchos casos carece (es el famoso dicho de "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces") con el fin de igualarse en estatus social con el resto de la manada. Para ello, realiza ciertos actos o practica ciertas actividades que le igualan de hecho y de derecho con ella.
Hablaba de darse importancia. Eso es un comportamiento muy común en nuestro país que a la larga se puede convertir en una actitud. Ésta por lo general viene dada de antemano en nuestra forma primigenia de pensar y de relacionarnos con los demás, pero el hecho de "posturear" implica que voluntariamente adoptes una serie de comportamientos concretos para integrarte socialmente. Pues bien, el darse importancia de cara a la galería es una forma de actuar que puede ser un síntoma del postureo. Da igual que se tenga más o menos cash flow. El caso es aparentarlo. Y más importante aún, exhibirlo en un escenario social idóneo y apropiado. Posturear, derivado de aparentar.
Hay muchas maneras de posturear: desfilando orgulloso por la playa, tomándose algo ostentoso en las "terracitas" (nótese que uso este diminutivo intencionadamente) que puede ser la bebida de moda del momento, adoptar unos dejes y unas maneras al hablar con empaque, caminar con andares remilgados, vestirse de punta en blanco en la misa del domingo y en las fiestas de guardar... Todo ello ejercido siempre donde mayor número de especímenes sociales haya. Alguien podría decirme que todo este "totum revolutum" que estoy enumerando representa un clásico: el universo de lo pijo. Pero es que yo creo que la pijotería, el presumir, tiene mucho que ver también con el postureo. La presunción de cualquier cosa ayuda bastante a posturear. Y puede hasta que se confundan ambos términos a veces.
Luego la palabreja tiene sus derivados. En política se usa mucho. Quizá hasta demasiado. Y se asocia a aquellas acciones que determinados políticos hacen para quedar bien con las directrices o los dictámenes de las cúpulas de sus partidos, o para ganarse la confianza de la gente o los electores. A esto se le llama populismo. Es probable que para ser populista necesites hacer postureo a veces. Porque la época y la sociedad actual te lo van exigiendo, y cada día más. Porque es necesario aparentar. Y hacerlo en un escenario social.
Parece que el que hoy no posturea como que está arrinconado de ciertos sectores sociales. Que el que no comulga con lo que dicen algunos como que se excluye socialmente. Que el que no hace lo que hacen los demás no está integrado y se le considera un bicho raro. Porque hay que hacer lo que que hace la mayoría. "¿Dónde va Vicente? Donde va la gente". La sabiduría popular no tiene límites.
Dice siempre mi madre, y la gran mayoría de las madres sensatas, que por suerte aún existen: "si ellos se tiran por un puente, ¿tú también te vas a tirar?". Y tienen razón. Muchas veces hacer lo que hacen todos implica una imitación de hábitos, aficiones o comportamientos no tiene mucho sentido. Lo entiendo como un ejemplo paradigmático de estulticia humana en el que tiene mucho que ver el método conductista del estímulo-respuesta. Hay que hacer lo que hace el resto. Sólo por hacer lo que hace la manada. Porque sí. Ir al socaire de los borregos. Y en esto, lo de seguir a rebaños con vendas en los ojos, tiene mucho que ver el postureo. He dicho.